EMMANUEL ORTEGA TOBÓN nació en la ciudad de Medellín en 1995. Es egresado en Filosofía de la Universidad Católica Luis Amigó. Actualmente, cursa una maestría en Educación en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín. Desde niño, manifestó una vehemente pasión por las artes plásticas y la poesía, en las que busca capturar el instante fugaz e inmediato del ser, la identidad, los fluctuantes sentimientos y los ensueños de la carne. Su obra poética ha sido publicada en destacadas revistas literarias, como la revista Innombrable, Alcantarilla y Ouroboros. Además, ha participado en varias antologías poéticas de la Editorial Mítico y de Litéfilos. Eclipses de tinta es una colección de poemas que explora el baile sin fin de la luz y la oscuridad, donde la realidad se desvanece y se reconfigura de manera impredecible. En este juego del ocultamiento y la transformación, la naturaleza y lo humano se entrelazan en una danza de creación y destrucción. A través de la poesía, se revela la compleja relación entre la naturaleza y la condición humana, en una búsqueda constante de la expresión poética filosófica y filosófico poética que desafía los límites de de la creación y la condición humana.
Eclipses de tinta
Dedicado a mi amiga Luisa Fernanda Pemberty
Soles negros
Cansada y triste, gris como las tormentas de octubre,
Allí nací, afligida por la nieve que cubre el mar.
Mis pies se fundieron, cansados, en el asfalto,
Sin vida, existía mirando veinte primaveras
De soles negros.
Sin oráculos, la luna guía el timón
De mi barco, en el desierto.
Viví nadando, enseñando
Con ensoñaciones de la cultura y la physis
De los presocráticos.
Vi el eclipse desaparecer,
El follaje de estrellas marchitarse,
Sin despedirse.
En esta árida montaña,
Observé el cosmos y la nada,
Y sobreviví cantando:
“Soy tan amada y temible
Como el cielo, el mar de fuego,
La sombra de la primavera
Y la última estrella en invierno”.
Vivo muriendo en los aromas del bosque,
Sacudida por las palpitaciones de las olas.
La música del viento penetra en el crepúsculo,
Las tinieblas de la noche abrazan y derrumban mi ser.
Mi carne gorgotea y sucumbe
Al éxtasis de no saber volver a Ser.
El alba incendia mi memoria,
La belleza y el horror tejen
Este teatro de turbulentas sensaciones
Y deleites musculares
Que hormiguean y colorean las fibras
Del alma, la carne y mis letras,
Que desfallecen ante el paisaje
De ver el universo reflejado en un estanque.
La danza de Eros
Susurra la luna en sus ciclos,
Que se desvanece sin cesar:
“De la danza celestial y abismal,
Nadie sale ileso”.
Tormenta en la carne y el alma;
Un suspiro que se eleva al cielo penetra en el lecho de los astros.
Y los dioses, ¿existen?
No, solo el misterio penetrante y el encanto siniestro que es punzante.
Sensación que supera la razón,
Laberintos de pasión que nos envuelven.
Ensueños, gemidos, fantasía y furor,
Temblores en piernas y caderas que nos llevan
Al vertical abismo, donde Eros desfallece
Ante el juego de la seducción.
En un perpetuo carnaval de suplicios,
Los amantes y el fuego del sudor evocan la muerte
Con sollozos y rugidos.
El apetito crece, y su caníbal ternura
No cesa, no fenece.
Las fricciones de la carne son vehemente sed y hambre.
Guerras fluctuantes que nos envuelven.
Suspira el cielo nuevamente, la noche se abre,
Y todo espectáculo deviene en claroscuro.
Ensueños rimbombantes; los ojos gritando en silencio
Graban los recuerdos y el ritmo del afilado ajetreo.
Su salvaje melodía pasajera encapsulando
Toda pulsión del deseo.
Viven y mueren las máscaras de los personajes
Por la fricción de los cuerpos.
Viven muriendo los amantes, y muriendo viven
El teatro de quimeras y diamantes.
Entrelazadas bestias entre el instante y la historia,
Las coquetas miradas renacen, encarnan
Latentes memorias de caricias y ciudades de cristales,
Labios dilatados, y espejos fragmentados son nuestros tatuajes.
Las huellas se queman, la golosina caníbal
Transgrede la monotonía.
Todo forma parte del festín estético
De las células, el cuerpo y el alma,
Concretando la apoteosis del instante eterno.
Ríos de tinta
Otra vez estoy aquí sentado,
En la misma soledad de siempre,
Con las mismas palabras que en silencio conjuran
El desorden de sentidos.
Encarnan, aferrándose al ritmo,
Para estrangular mi existencia
Contra toda pulsión del instinto.
Un conjunto de verbos sacude mi espíritu.
Rasgaron el esófago e hicieron de la existencia
Un devenir de espectros en mares enfurecidos.
Los días pasaron.
Todo lo inanimado se mostraba ajeno,
Lejano y confuso.
Los libros estaban blancos, las películas no eran ya proféticas, la pintura y la poesía mudan sin tonalidad cromática.
Todo parece teatro, con soundtracks de Chopin,
La pintura de Blake y Goya decorando la habitación.
Todo encanto se transformó en amalgamas de caos
Sin color, himnos mudos entre rostros,
Miradas en espejos y espacios rotos.
Vértigos sin sensación de fricción.
La soledad y su cofre de memorias,
Más allá del olvido y el recuerdo,
Sin registros de la anatomía del alma de la palabra
Y los himnos a la ausencia del tiempo, que es nada.
Fluctúan los eclipses, las nubes esculpiendo las páginas escritas por alguna otra mano y la mía.
Mueren y renacen los ríos de tinta,
Que graban con dedos de cuchillos
Y voz de diamante los nombres en las fibras musculares.