20. Año 10: LUCAS CELMA | El cuenco en que la agonía se acuna

Me llamo Lucas Celma, tengo 30 años y resido en Barcelona, donde he crecido. Mi pasión por la escritura empezó desde muy joven, y me ha llevado a explorar todo tipo de géneros (desde la narrativa al ensayo pasando, por supuesto, por la poesía), y a cursar un Grado en Filología Hispánica (UB) y un Máster en Creación Literaria (UPF); también he frecuentado las orillas de la investigación y de la escritura académica, lo que me ha empujado a realizar un Máster de Estudios Avanzados en Filosofía en Madrid (UCM) y a participar en revistas y congresos con contribuciones relacionadas con temas de literatura, filosofía y teoría política. En lo que respecta a lo literario, he tenido la suerte de participar periódicamente desde 2018 en la revista cultural El Ciervo, y he publicado también artículos y ensayos breves en las revistas alemanas Desbandada y Ojalá [hoffentlich], y en la revista de urbanismo URBS; asimismo, he tenido oportunidad de publicar algunos de mis poemas en la revista Verso, Luego Existo. A lo largo de estos últimos años, he podido trabajar mi poesía –incluidos los poemas que aquí adjunto– bajo la tutela de Jesús Aguado, y he escrito una novela a raíz de mi participación en el taller para narradores de Juan Pablo Villalobos.  Actualmente, estoy realizando un Doctorado en Humanidades en la Universidad Pompeu Fabra y me dedico a la docencia.

 

 

 

 

 

Huellas y pequeñas pecas incandescentes

hormiguean como fantasmas por tu piel.

 

Te miro mientras duermes.

 

No eres perfecta.

 

Menuda certeza, me dices

–me lo susurras, aún medio dormida.

 

Aparentemente transida o en duermevela.

 

Pero tú eres solo una balsa de sueño.

El cuenco en que la agonía se acuna.

 

Y me habitas,

pese a tu ligereza y tu pequeñez,

pese a tu sencillez de pluma

–o precisamente por eso–

larvada, tan adentro.

 

 

 

***

 

 

Poco a poco,

recorremos el mapa de tu cuerpo bioluminiscente.

 

Lentamente,

vamos descubriendo en silencio

la disipación misteriosa de tus extremidades,

el vuelo mitigado de tu cabeza giratoria,

y tu torso desnudo y resplandeciente en la oscuridad

de la caverna pasajera que mis manos

te dibujan al trasluz.

 

 

 

***

 

 

Tu sonrisa febril y tu consistencia de leche.

 

Suero quemando a fuego lento,

oblea caliente y tenue,

media luna de un cuerpo

que arde todavía en mi espacio

intercostal

y espesa en la herida

como la miel en los cuencos.

 

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