EDUARDO LUIS ALVARADO (1996, Durango) es un autor mexicano. Estudió cine en Guadalajara y guión en Vancouver. Ha publicado cuentos y poesía en revistas físicas y digitales, como Punto en Línea (No. 96, 2021), Fósforo (No.6, 2022), Granuja (No. 10, 2022), Círculo de Poesía (2024), Luvina (No. 115, 2024) entre otras. Formó parte del X Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes Jesús Gardea, en la ciudad de Chihuahua.
debo irme, debo pasar otro invierno enterrado/ debo juntar mi mejilla con la mejilla del Deseo/ debo irme, debo creer que acabará pronto/ debo comer, debo dejar crecer estas cicatrices/ debo irme, debo sacarle filo a las palabras que brotan de mi estómago/ debo soplarle la respuesta al pasado, debo irme/ debo abrazar la humedad del árbol que me ha dado más años que palabras/ debo romperle la piel al pavimento antes de que el hielo circule por mis dedos/ debo aliento & tierra & el impuesto de haber sobrevivido hasta hoy/ debo tener 28 aunque me ardan los pies cada que corro para alcanzarme/ debo conseguir a alguien e irme/ debo corregir estas líneas, debo publicar para que nadie lea/ debo perseguir el infame cheque de la desolación/ debo hacerle caso a mis padres & quedarme/ debo irme, no mirar atrás & todo eso/ debo sugerir otra forma de ver/ debo haberme olvidado pues se juntó una fiesta de polvo en mi ventana con vistas al futuro/ debo atender el sonido de las olas para evitar la pesadilla de tocar fondo/ debo dejar la mitad de la merienda para el siguiente día/ debo pensar mejor lo que me digo a mí mismo/ debo irme, debo castigar el espacio que se me dio al nacer/ debo explorar la lucidez que le queda a este año/ debo caer en cuenta de lo que está en mis manos aunque yo solo quiera exprimir el fruto inmaterial de mis incendios/ debo hacer que el fuego me salve/ debo tener sed/ debo sentir frío.
vas a morir mirando
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Tú vas a morir mirando en los balcones vacíos de la luz, entre las arterias de las ramas desprendidas (en el patio de la infancia).
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Vas a desangrarte la encía y despertar preguntando por el sueño escurridizo que se desparramó de tu cama y que en la vigilia inhalas a bocanadas como una claridad intermitente.
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Tú vas a convertirte en tu propio fantasma y un día sin luz vas a flotar hasta fermentar el aire con el pasado.
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Tú vas a morir mirando las cuadras de atrás, cuando el salitre de las nubes haga presencia y creas que nunca hubo tanta ligereza como hoy; que te observan desde la alcantarilla más profunda, encerrando el corazón calcinado o la piel que alguna vez fue pero que ya no es y te repites que ya no es porque de eso se trata todo: de escuchar lo que no es, pero hace presencia y lo puedes sentir en las paredes derrumbadas que entrampan a las piernas del menos vivo, luego vas a parir tu propia imagen que va dejar de ser y nadie te va a invitar a los rezos/los rituales del dolor por el dolor; piensas en lo ridículo de un traje negro o un vestido enlutado cuando en realidad, en tu lecho, lo último que pensaste fue en la sed que sentías y eso es algo inaudito para alguien que va a cruzar el fango ascendente, para alguien que va a morir mirando.
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Tú vas a morir en el suelo o mirando el techo encima del frío; en medio del tiempo vas a ser el vaho inmediato que sale de tus pulmones colapsados o tu sangre descompuesta o tu cerebro dormido o el sencillo miedo de morir; entonces ya habrás muerto un poco pero no lo sabías, no lo habías visto así ni cuando en la escuela te sacaron para ir a un funeral y no sabías qué hacer más que ganarle al llanto porque las inundaciones son peligrosas para ti y para los difuntos.
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Tú vas a entramar la vida restante en una lista de pendientes y recordarás no haber hecho lo que debías un jueves, cuando en las calles solo había sudor, pólvora y la amenaza palpable de una bala tibia.
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Tú vas a acostarte boca arriba, viendo por última vez la presentación del cielo y vas a reconocer el olor putrefacto de la basura estancada en la lluvia, vas a pensar que se trata de un cuerpo desmembrado que nadie reconoce excepto aquellos que pueden oler la sangre de su sangre.
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Tú vas a subir esa montaña y pensar en la caída, tú vas a quemar el lago negro escondido en los ojos cerrados, vas a corregir la canción de la muerte y nadie la va a escuchar.
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—¿Quién encondía las cosas que perdí en vida?
fue una sombra lánguida, preocupante y erguida.
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El silencio hinchado de Agosto o Septiembre se volvieron el hueso apócrifo de los días; es el agua del tiempo y no viceversa.
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Esta risible tragedia no es cómica, es que tu cadáver de pronto hizo una mueca, o quizás alguien la imaginó y se hizo presente en un clavel.
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Ahora viene el tiempo de tu nombre atorado en una boca, y lo dirá por última vez y tú no sabrás, pero un espasmo hará temblar tu pómulo izquierdo como queriendo sonreír, pero dentro de la atmósfera viciada de tu ataúd.
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Recuerdas esa luz haciéndose pedazos en una tarde soleada/desértica. Cómo la arena, las nubes y las estrías del antes delimitaban el ahora.
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Tú vas a morir en medio del piso de tu recámara y preguntaras cómo llegaste ahí con el sudor templando tu ventana. Van a llegar las alondras pensando que inicia algo.
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Y en la noche las voces muertas se filtran por la rejilla caliente de tus venas; no es nada…de noche no pasa nada.
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—Entonces ¿no existía la inmortalidad?
—No, aunque podemos pensar en ella.
—Eso la hace existir.
—No.
—¿Qué hace que existan las cosas?
—Mirarlas.
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Duele más la anticipación del dolor. Pesa más la idea de la caída. Sirve más pensar. Duele más la ausencia presente y lo visiblemente doloroso es solo una puerta al vacío en la casa futura de la muerte.
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Tú vas a sostener tu propio cráneo:
—No ser, porque siendo solo pierdo la cabeza y yo la necesito para mirar.
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Tú vas a morir probando el fierro de tu boca seca, debajo de la sombra de un cactus en forma de tridente. Alguien va a salir de entre la arena espesa.
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Vas a morir como cualquier principiante de la carne viva; como Cipactli regresando a casa después de una derrota.
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De este lado de la tierra escuchabas:
—Desde aquí vemos todo, pero sin ojos. No me explico, pero sabemos que pasa; cada pisada cuenta más que el tiempo perdido. Y puedo recontarlo. Decidir si algo fue real o no. Por ejemplo, hace diez años fue la última vez que entré a una alberca. Ahí abrí los ojos y vi a otros cuerpos sepultándose entre las burbujas. La condición de alguien para que no vuelva a abrir los ojos es esa: sepultarse. El aire no es algo que nos haga cerrar los ojos de forma permanente, sin embargo, dormimos y parpadeamos. Sin embargo, cuando morimos podemos tener las pupilas entreabiertas. Lo de sepultarse en vida en medio del aire ¿no vale?
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En tu cabeza imaginas que te observan. Sólo así existes.
rumiación
¿no ves que llega el tren?
¿no ves que llega el tren y nadie se arroja?
¿no ves que llega el tren; que de aquí a medio día tengo
las horas hasta el cuello?
¿no ves que resucitar está en mis planes?
¿ensanchar mi camino al infierno?
¿abrasar la noche hasta quebrarla en 2?
una mitad es la mentira de estar vivo
la otra es mi respiración cicatrizada
exhala—exhala—exhala
como el niño queriendo soñar
bajo sábanas impuestas
¿no ves que estos sonidos me persiguen?
¿no ves? lo que me temía sigue aquí:
el mundo que conozco/en el que nací
no, no, no; el árbol dejó de serlo
dejó de saberse vivo
¿no ves que el futuro renunció a ser mío?
va a seguir aquí
en estas vías de aceite
este octubre—serpiente