50. Año 10: VALERIA VALLE PÉREZ | Catatumbo

VALERIA VALLE PÉREZ. Caracas, Venezuela, 2000. Comunicadora social con un profundo amor por la educación, la palabra, el arte y la filosofía. Su trabajo artístico explora el amor, la nostalgia, el paso del tiempo y la identidad. Ganadora del primer lugar en la categoría de poesía de los Premios Abanico (UCAB, Caracas, 2020) y del segundo lugar en la categoría de cuentos del Festival Intercolegial de Humanidades (Caracas, 2017).

 

 

 

CATATUMBO

 

Que la lluvia me perdone porque

siempre la quiero detener y                         retener,

porque no la dejo correr libre.

 

Si pudiera apresar relámpagos

dejaría que llegaran a la carne viva misma

de mis palmas, sin vendas ni misericordia.

 

El eco de los truenos retumba

dentro de mi tímpano hambriento.

 

¿Qué hago cuando llueve dentro de mi casa

y no puedo abrir el paraguas?

¿Puedo acaso quejarme, cuando fui yo

la que dejó la ventana abierta?

 

Me siento a esperar que una tormenta

que aún no empieza todavía

escampe

y yo me pueda por fin marchar

a secar todo y contar las gotas

esperando que por una vez

solo una vez

no se me escapen.

 

 

INTERMITENCIA

 

Crecí en un laberinto de cemento,

donde cada veinte minutos lloran

a alguien.

 

Bien podría llamarse Estocolmo,

pues pasas mitad de tu vida

queriendo escaparte de ella,

para vivir la otra mitad

muriendo por volver.

 

En las paredes sucias,

manos anónimas plantean

que Dios no se muda,

pero que no sabemos dónde está.

 

Este valle nos ha quebrado

y vuelto a unir como ha podido

muchas más veces de las que

las estrellas podrían contar.

 

Ojalá algún día entienda

el código morse de esta

ciudad intermitente

y todos hablemos

por fin

el mismo lenguaje.

 

 

UN LUGAR LIBRE DE MEMORIA

 

¿Acaso existe?

Si la sangre no se ha derramado,

¿la herida está ahí?

Si los versos no se han escrito,

¿hay un poema?

Si no has dormido en varias noches,

¿aún conservas tus sueños?

 

Un lugar libre de memoria quizás repose

en algún rincón del mar, inaccesible,

incoloro, sin forma, desdibujado.

 

Mientras lo busco más allá

del brillo de la luna seca,

mi barco se hunde con todo

lo que nunca me he atrevido

a posar sobre mis hombros.

 

El viento me reta,

pero yo olvidé cómo tapar mis oídos,

y la ventisca siempre tiene la razón:

 

¿Cómo voy a encontrar

un lugar libre de memoria si yo

hago poco más que

buscarla

y curarla

y ordenarla

y alimentarla

y desempolvarla?

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