MARU (Colombia, 1998) es una artista visual y escritora radicada actualmente en Medellín. Su trabajo se caracteriza por la creación de un universo narrativo que ha nombrado bubblegum dystopia, donde explora los contrastes entre lo tierno y lo decadente, abordando temas como la alienación, la nostalgia y la resistencia emocional en contextos modernos. A través de la ilustración, el dibujo y la escritura poética, MARU desarrolla imágenes y textos que habitan lo íntimo, lo simbólico y lo político desde una estética colorida que disfraza realidades sombrías. Sus piezas funcionan como fragmentos de un diario existencial donde la dulzura convive con la desesperanza.
1.
Existe un hombre viejo que vive entre el cielo y las nubes,
tan sabio como si el odio pudiese ser dejado atrás.
El café en la tetera estaba caliente, y la condensación del cristal
condenaba mis palabras al silencio.
¿Tú cambiaste la escena, o es solo mi imaginación?
¿Cómo podrías estar tan seguro de que “para siempre” fue la causa de dejarnos?
Excavando entre mis pensamientos, mil noches no son suficientes,
no suficientes para entender quién soy.
Excavo en la superficie, en círculos, pero ni siquiera el viento lo comprende;
solo arrastra mi alma, o lo que queda de ella, lentamente.
La muerte es un muy querido amigo;
le he estado esperando para darle la bienvenida.
Solo me envía cartas a medias,
pretendiendo que no sabe quién soy.
2.
Hubo un tiempo en que un gigante reloj dejó de funcionar.
Como el gris de los cielos se aclara y deja pasar la luz,
el fuego que alguna vez ardía en mi pecho está casi extinto.
No había sol ni viento,
solo cajas grises y blancas pintadas con una sombra verde,
te hacían creer que no estabas ahí.
Que estabas desquiciado, por no seguir las corrientes
que te obligan a mutilar partes de ti,
renunciar a fragmentos de tu alma para encajar.
El sueño está muerto desde que el naranja se coronó a sí mismo,
recordándote que no perteneces, que nunca lo hiciste y que nunca lo harás.
Ahora que todo ha quedado atrás, añoro y ruego por un hogar.
¿Es mejor volar? ¿Es mejor quedarse?
No existen respuestas correctas, solo decisiones y deseos.
Apenas despertamos de un sueño colectivo lleno de histeria,
de ese instante de éxtasis que nos cegaba.
Si pierdo la vista, si lo pierdo todo nuevamente…
¿Te reirás de mí?
La respuesta – y la responsabilidad – que nacen del amor y sacrificio
son la única lealtad que puede hablarle a nuestro reflejo,
el que evidencia los deseos y el dolor.
3.
Sueño con el día en que pueda irme.
Sueño con el día en que pueda despedirme y dejar este agujero atrás.
Pacientemente, estoy esperando el momento,
el momento en el que pueda tirar el delantal y poner el equipaje bajo el asiento del avión.
rumbo a alturas mejores, hacia lo desconocido.
Es como si nunca hubiera volado por primera vez.
La diferencia ahora es que estoy arriba, sosteniendo mi corazón antes de saltar,
por el simple hecho de no pertenecer.
No me estoy dando por vencida.
Estoy saliendo del camino, dejando que la vida fluya entre mis dedos.
Estoy existiendo como puedo. Es agotador para el alma;
ya no hay a qué aferrarse, pues me he decidido.
Cuando el alma pesa y el corazón ansía una causa perdida,
cuando los ojos se sienten pesados y el sonido del viento que se filtra por las grietas
de una puerta obsoleta, en medio del desierto,
con cabello hermoso y ojos que me recuerdan a la galaxia….
me asomo al dolor que se avecina y no puedo evitar.