CÉSAR EDUARDO (Trujillo, Perú, 1989). Poeta, ensayista, traductor y dibujante. B.A. Hunter College (CUNY, 2012), M.A en Literatura Hispanoamericana, Universidad de Barcelona (2017). Candidato al doctorado en Literatura Comparada, Universidad de París X Nanterre, con una tesis sobre los entrecruces literarios en la poesía de T. S. Eliot y César Vallejo. Vive en París desde el otoño del 2017, luego de un extenso período de residencia en Nueva York. Ha publicado los poemarios Viracocha Borealis (2012) y Grizal (2015) y Tremor en el liceo (2024). Su obra plástica hizo parte de exposiciones colectivas en Greenpoint Gallery y en The Living Gallery, ambas en Brooklyn, New York, así como en Blacktape Art durante el Miami Art Basel del 2013. Actualmente se desempeña como profesor de literatura y traducción en Nanterre. Esporádico animador de micrófonos abiertos para las asociaciones artísticas Paris Lit Up y Sin Licencia Editorial. Su obra más reciente, en español e inglés, ha aparecido en publicaciones de temas afines tales como Revista Almiar, The Opiate, Espergesia, The Fortnightly Review, Nueva York Poetry Review & Asymptote.
Tres poemas para la revista electrónica de Santa Rabia Poetry
del poemario Tremor en el liceo (Buenos Aires Poetry, 2024)
DEL COLCA, AL OTRO LADO
Estos días nos incumben,
por si no sepamos
qué tan poderoso es el olfato del caníbal,
optaremos por ensanchar los bombardeos,
ser caudillos de vocales
y soldados consonantes
para que este hemisferio se derrita,
aunque se nos venga la Era de Hielo
dentro cada párpado inferior.
¡Oh creciente bólido de panspermia!
El camino ha sido profesado
por las enseñanzas de la tribu,
sus arbustos se pontificaron
tras pintarlos con sus equis,
arrecifes de efemérides.
La carroña es ahora la botana
a la vista de las aves de rapiña
que se entretienen en auscultar
la sonrisa del camello que se abre
ante los siete portales del Sahara.
PERGAMINOS OFRENDADOS
La añoranza es la mejor parte de alfabeto,
sus números miden sonoras afecciones
que engañan y le quitan puntuaciones
broches siniestros de forajido enajenado.
El jumento fue jurídico, el mes, candela.
La provisión fue amplia dicha perforada
por la corrosiva laca del fonema.
Así pulsó el adjetivo al recostarse
y persuadir sobre la grama al detective
ya que no había ni cadáver ni senderos
demarcados por abajo, ni allá o aquí
en el órgano intercesor de lo absoluto.
¡Lontananza de funesta autoridad!
Chirría el gorrión sobre el ciprés
ya surcados varios años y galaxias,
en el pedestal se pierden sus gametos
de fisonomía son cuadrúpedos austeros.
Finalmente, aquí encuentro el óvalo.
Reconozco al roble muy sincero.
Éste nos abastece de escudillos,
también, a veces si desea
nos reemplaza las meriendas
y escoge los papeles padeciendo
su función incolora entre las flamas.
DOORSET PERCEPTION
Secretó el ápice su amplitud conmovedora
mientras yo fajaba la basta en las tinieblas:
“habrá que agitar melenas doblemente para
ver si así se atisban estos metros del estadio”.
Anuncio que por las mallas translucen
misiones que el astronauta llevó a cabo
cuando, para el indio, el ocaso no procede
aún de las hostias forzadas por el ámbito.
Me encuentro solo, el rumbo es claro,
me llama la fauna de algún bosque lejano
repleto de pantanos protagónicos.
Considero a diario el vacío en que viven
los que mueren con el ingenio remendado
dentro sus féretros longevos, por alcurnia.
De repente, vos flaqueas y plasmas órbitas
por cuanto te sobre una pizca de luz
en la suprema altitud de esos sauces.
Por ende, me retiro a la frontera, prefiero
fecundar a cada cúmulo en la intemperie
y trazar la mirada de la diosa
para que su belleza me orbite
—centrífuga—