ALBERTO GUIRAO – LAS MEDUSAS Y EL HUMO



Alberto Guirao (Madrid, 1989) es autor de los poemarios Ulises X (Hiperión, 2020), Los días mejor pensados (2016) y Ascensores (2010). Ha obtenido, entre otros, el Premio “València Nova” de la Institució Alfons el Magnànim (2020) y el XII Premio Nacional Félix Grande (2016)​. Durante el curso 2013-2014 formó parte de la XII promoción de residentes de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores (Córdoba). También disfrutó de una beca en la Residencia de Estudiantes de Madrid (2017-2018). En la actualidad, trabaja como profesor de Lengua Castellana y Literatura.
 
 
Luces de humo en el oceanográfico de Lisboa
 
Al final lo aberrante no es la obviedad de la belleza
sino la crónica de nuestra ceguera
(Julieta Valero)
 
Se abaten en la noche las medusas y el humo de un cigarro fosforito
da el latigazo tierno y mudo, el latigazo
a la inmortalidad de los cielos donde a espuma van las olas.
Nacer y morir es un balcón sugerido a la memoria, amén de frágiles descargas eléctricas.
Nacer y morir conmueve el tacto y pica, si se esconden los padres no son padres.
En portugués “urtiga-do-mar” significa medusa y en medusa
nos han arrebatado las aceras, así como un acuario de sueño y cintas atadas con viento.
Descargaron más de mil medusas al minuto de estrenarse “Los mares del Sur”.
Las señoras llevan bolsas de medusa y rulos por el camino del armisticio,
y las bolsas llevan conservatorios y la sinfonía un Swann Swann de abulia de medusa.
Los padres nacen y mueren al reventar en la madrugada la bombilla de un parque sin niños.
La mitosis es descalcificación del espíritu, buena forma de intrusismo de especie.
Si algo nos han enseñado las medusas, más allá de cadáveres escurridos y trato con socorristas, es su calidad de salvapantallas y lo desechable de nuestra imitación.
 
(Los días mejor pensados, 2016)
 
 
No hay lugar que tenga que ser siempre
 
Asumes: Viviría en todas las ciudades. Eso has dicho.
Comprendo que ya has vivido en todas.
Hundes la cabeza entre las sábanas. ¿Qué ciudad hay allí?
No hay lugar que tenga que ser siempre. Eso has dicho.
No obstante: refractarse, adherirse, derramarse.
Reniegas del ahora eterno de postal.
Sobre una placa, en la región del trigo, vas a cruzarme el nombre con una línea roja.
Premeditas asaltar la periferia, no girarte, no asentir la gravedad del casco histórico.
Siempre somos buenos. Enmudece. Corre como nunca. No respondas.
Podríamos vivir en todas las ciudades. Okupar
la ciudad desencantada.
 
(Los días mejor pensados, 2016)


Los caracoles rozando el milagro de la conciencia
 
Se han estudiado formas de sonsacar la verdad: por ejemplo, nuestra animadversión por algunos desodorantes, también la políglota queja donde NO caliente o NO light. Se trata de un trabajo como todos: el muñeco ante el que es mejor callar, auscultar la opinión.
Conduces tu monovolumen mientras retiran (excepcionalmente miércoles) los cubos de basura. ¿Cómo se te ocurrió entonces que abalanzar las macetas podría entretener al personal durante su largo claustro? Dicho de otra manera: casi no hay ocio por defecto y eso es algo que habla de nosotros. ¿A quién se espera? ¿Y será bien recibido?
En la pecera, los caracoles rozando el milagro de la conciencia. Una proeza inversamente proporcional a su esperanza de vida. De ellos aprendimos opacas formas de sugerir. Ahora recuerdo: me pasé ciego dos o tres días con dos o tres años y me harté de recomendaciones; sin embargo, aquella de escuchar solo a los árboles era muy cierta.
Proyectamos esta vida o similar como una sugerencia irremediable: cambiar de equipo o de escrúpulos a la espera de un salvaje lago. O responder:
¿Qué será lo más hermoso que te dirán por escrito?
 
(Ulises X, 2020)

 
Isla roja
 
Un mal asesina anualmente a las palmeras. Mi padre vomitó después de la promesa varada en la isla roja. ¿Cuánto cormorán avistaríamos (la supuesta alegría de los demás)?
Buceé anonadado: el auténtico coral carece de caribes, convendría conocerlo en claro fotográfico. La ceguera me fue ajena; sufrida, en los ojos de mi madre.
¿Hasta cuándo costearán los viajes estivales? A cada esfinge un foro desinforma: los hijos de los hijos de la hidra.
¿Cíclica la edad de la poda y su cuidado? Esa iguana lo sabe: cómo deslumbra aquello que no quieres pensar. Un insecto que carga como tú con su horror.
Subo solo como en sueños. Una selva luminosa (más allá) la orilla (y después) mis padres en la proa, mareo e invidencia (a lo lejos)
tortugas que mueren avisando.
 
(Ulises X, 2020)
 

 
Aldea
 
Este piso podría ser un lugar en que morir, es un lugar alegre (fácil de inundar), un lugar donde alguien se preocupa si te has pasado en casa todo el día.
Aquí el lenguaje, algo infantil, nos exonera: convierte la cita fallida en material entrañable.
El inventario podría pertenecernos antes de la mudanza: aquellos cuadros, por ejemplo, que no compré en Porta Portese. Libros de otra juventud conviven con la nuestra (por ahora).
Pero también la costumbre, agotada y pulida: reflejarnos sobre el televisor La nevera quejándose detrás del sofá.                   
¿Qué bajas
cuando bajas
las persianas?
 
(Ulises X, 2020)
 

1 Comment

  1. Muy buenos poemas, mi favorito ha sido “No hay lugar que tenga que ser siempre”, no sé, me hizo recordar una situación que viví hace mucho tiempo y no pude evitar imaginarme a mí mismo mientras lo leía, como si fuera quien dijera todas esas palabras. Felicidades al autor por su talento.

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