AMÉRICA TREJO (Oaxaca, México. 1993). Licenciatura en Administración y Estrategia de Negocios y apasionada de las artes, a las que les dedica gran parte de su vida. Ha formado parte de diversos talleres a nivel nacional y ha participado en distintos eventos literarios, tales como el Encuentro Mujer Poeta Internacional y el Festival Grito de Mujer, entre otros. Algunos de sus textos fueron recuperados en la Antología Internacional Faros de Esperanza (Editorial Rosado Fucsia) y fue finalista del Primer Concurso Internacional de Poesía Romántica 3k 2018. Actualmente trabaja en su tercer poemario.
FLOR NÚMERO 10
Pudimos haber sido todo,
pero el todo no cabe en la nada.
Pudimos haber sido,
pero no fuimos, somos.
Pude haber sido,
pero no fui, soy.
Porque no es justo que yo te quiera tanto
y tú no me quieras,
tonto.
FLOR NÚMERO 17
Debería ganar un premio a la mejor garganta
por no atragantarme con tantas palabras,
pues no puedo hablar siquiera de lo que significó tu amor.
Me hacías sonreír tanto que opacaba al sol,
pero al mismo tiempo mis lágrimas salaron el mar
y me convertí en río.
Un día de repente abriste la puerta
y no impedí que te fueras,
detrás de ti dejabas una triste historia
esperanzada en tener un final feliz,
me equivoqué de deseo,
debí haber soñado en que nunca tendríamos final,
aunque fuera feliz.
Y aquí estamos ahora pretendiendo que sabemos decir adiós
como si un ‘hola’ nos hubiera juntado…
tú y yo ya estábamos juntos antes de hablarnos.
Diste la vuelta justo cuando pensé que éramos eternos.
Quizá no supe amarte,
aunque para mí, te amé con todas mis fuerzas
y ya no tengo nada que perder,
todo te lo he entregado a ti.
Siento que mi cuerpo va a estallar si no te tengo,
ya nadie acaricia la planicie de mi vientre,
se me fue de las manos el corazón y llegó a las tuyas.
Las noches son una pesadilla sin ti y los días,
¿para qué quiero los días?
Lo que no sabes es que nunca estaré sola…
Me quedo con la poesía.
Tejí las flores de mi huipil con hilo de sangre,
cada puntada era un disparo que vestiría mi cuerpo,
mi enagua se meneaba con la voz del miedo
mi miedo tenía uno cincuenta y dos de altura
y cuarenta y dos litros de lágrimas.
Sembré las flores de mi huipil sobre la gente nube,
gente nube de tormenta con raíces en el cielo,
cayó un aguacero de jardines empolvados
el polvo enlodó el mirar de las personas
y manchó de negro mi huipil.
Descosí las flores para llevárselas a ella
me arranqué balas de los labios pa’ que se fuera armada.
Si la matan en la muerte quizá se esfumen mis recuerdos
cuando tejía su sonrisa con hilo de fuego
y su enagua se meneaba con mi voz de cuna.
La arrancaron de mi jardín y también de mi bastidor,
seguiré tejiendo en este espacio mudo,
ahora vivo a la mitad, soy media madre, media vida
Aquel día quedé manca,
coja,
tuerta
de mi hija.