ANTONIO ARROYO SILVA – EL ÁRBOL DEL ESPÍRITU

 
 Antonio Arroyo Silva. Nacido en Santa Cruz de La Palma en 1957, es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Laguna. Ha sido colaborador de revistas  nacionales e internacionales. Ha publicado libros de poemas: Las metamorfosis, Esquina Paradise, Caballo de la luz, Symphonia, No dejes que el arquero, Sísifo Sol , Subirse a la luz. Antología esencial, 2014, (español-rumano), 2014, Poética de Esther Hughes, Mis íntimas enemistades, Ardentía, Fila cero, Bahía borinquen, Música para un arjé y Los círculos dorados. Las plaquettes Material de nube, Un paseo bajo los flamboyanes y La nada de arena. En ensayo, La palabra devagar (Idea-Aguere 2012). Está incluido  en varias antologías. Ha participado en el Festival Internacional de Poesía Encuentro 3 Orillas, en el Homenaje de Poetas del Mundo a Miguel Hernández, en un encuentro de escritores alemanes e hispanohablantes en Berlín, “XX Cita en Berlín 2016”, en el Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico, etc. Ganador del “Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez 2018” por Las horas muertas.
 
 
3
 
ay el mar vana excusa del que pisa la orilla
frente a frente de nada
el mar que no nos moja el mar que no mojamos
la chancla indiferente el choclo resentido
de tanto dedo ñoño que miente en lo que pisa
el mar que siempre pasa por encima de todas
las cosas por encima de las muecas los moldes
el mar tsunami pasa encima del poema
sin pisar el encaje:
hacia el cielo los peces
son las aves las aves son los peces y dios
dónde dios no lo veo en el escollo junto
a las sirenas veo manchas si los párpados cierro
y en la marea cruje una concha celeste
los dos significados de la concha los dos
el de aquí el de allá los dos relampaguean
uno y bivalvo bífido de lengua monocorde
del espíritu sale con olor a moluscos
no quiere interpretar el cuerpo que lo aloja
sea piedra o carnaza al oleaje izadas
con pedazos de algas y vainas de cangrejo
e ignora qué es liviano qué sólido: saber
de no ser ah dichoso el árbol del espíritu
 
De Ardentía.
 
 
8
 
Crujen las articulaciones del
efímero animal que baja y nadie
ve, moviendo el rabo
entre la multitud que camina
o se sienta y extiende como un biombo
el diario. Crujen como si una avispa
se fuera a hospedar en el tembleque
de las taladradoras. Y nadie escucha
esa voz supurando
dentro de cada cual. Cada amargura
está servida: mucha azúcar
en tan poco café. Pero, a veces,
al fondo de la taza, se refleja
el viejo rostro de animal que somos.
 
De Las horas muertas
 
 
 
dormir al raso/ tener por techo la desnudez/  la sombra que de luz has de llenar pero sombra y  abrigo no son opuestos se trata de un elemento real que identificas con el cálido embozo y algunos llaman metáfora irracional y otros   simplemente   asociación de ideas//estar al raso y desnudo/ los pensamientos bajo cero/ el deseo perdido en la llanura
la casa traslúcida las paredes a tono con el aire circundante la humanidad al aire libre y sin escaleras sin murallas/ al raso simplemente/ al raso sin rasero como todo lo que se queda afuera cuando nos escondemos del temor o del árbol/ cuando nos escondemos de una grulla que viene de paso y decimos fundamos fundimos confundimos que la grulla es una extensión del alma y que el alma es un pájaro carpintero que mata la madera del roble por buscar una casa o un límite donde acaso perderse la blanca orfandad del invierno
esa química del error/ maneras de equívoco que se mezclan no obstante con la memoria del acierto y del alejamiento paródico no pretenden izar la poesía al instante/ es una desnudez de quitarse los vestidos superpuestos y desnudarnos incluso desde dentro hacia la piel para que el agua fluya hacia el aire/ al raso
pero quién me rebate que el curso de este río no desembocará en el poema que nunca quiso escribir la razón y la amplitud de miras// ese silencio fobia al horizonte ese foco de una erupción extinta
y uno haciendo poses y señales     dibujando la imposibilidad no como la ouija que escribe las palabras de los muertos en plena euforia de comunicación y locura
sino como las palabras que acaso no dijimos por falta de lealtad por el temor al sinsentido o a lo psicosomático del tiempo y del espacio en las hojas perennes
estar al raso casi de la vida de ti de mí de nuestras circunstancias
estar al raso en la bahía Borinquen
 
De Bahía Borinquen
 
 
 
1
 
Anochecen también los artilugios.
Los árboles no están, ni los gorriones;
las palabras no llegan a la boca que las dice
ni al simple gesto
que las descodifica. Alguien se va
con la lluvia, se va y vuelve árbol
o gorrión o palabra ya sin diente,
sin canto. Lluvia blanca, árbol negro,
¿dónde la sensación de izarlos
hasta el ahogo?
Trazo círculos allá
donde el ojo no gira y el ojo es la manzana
que vi cayendo ayer sobre el césped
y subió nuevamente a su manzano.
 
Anochecen también los artilugios
y la materia azul que los sostiene
al instante de ser inalterables.
Yo anochezco con ellos
por si al amanecer no le siguiera
un precario abandono.
 
De Música para un arjé.
 
   
LA MEMORIA
 
Alguien la está vendiendo en el mercado
a un precio razonable. Le cortaron
un pie, una mano, un poco de cabello.
La dejaron en casa y con la pata
quebrada. La memoria que a los vivos
entierra y desentierra a los muertos.
La memoria de
 nadie se acuerda ya de la gran guerra
—dijo Pedro—y la guagua ya no pasa
a medianoche—Félix.
Nadie pasa,
siquiera un girasol. Alzar la mano
ya no detiene el cielo de Luis Feria,
no se desangra Arturo sobre el mar
de un hoy imaginario. El árbol blanco
de Manolo Padorno languidece,
las conchas cóncavas
perdieron su morada. La memoria
es como Marianela
quebrada y sin alijo. La memoria
es pedir un permiso denegado
a quien manda a callar. Nos pusieron
pinzas en las pestañas: no verás
más allá de este aquí de superficie. 
 
De Los círculos dorados.
 
 
 

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