CARLOS MENDOZA: POESÍA PERUANA ACTUAL

Santa Rabia Magazine presenta textos del poeta peruano Carlos Mendoza (Ayaviri, Puno –1990) Estudió psicología, ha publicado con el Grupo Editorial Hijos de la lluvia los libros de poesía: Cuerpo enamorado (2010); Canto pedestre (2012); 15 poemas para acompañar la soledad (2013); la plaquett Las llaves de la muerte (2014); como Homenaje a la madre publicó Qué pasará mañana cuando te hayas ido (2015); con el seudónimo de Matías Gris, publicó La máquina del azar (Hanan Harawi editores, Lima 2017).  Ha sido antologado en la muestra de poesía puneña editada por el Municipio de Puno en su formato Munilibros. Obtuvo Primera Mención Honrosa en el VI Concurso Literario El Búho organizado por el semanario El Búho (Arequipa, 2014) con el libro Retrato de familia y otros poemas, también obtuvo el Primer Lugar en el Concurso Nacional de Poesía Homenaje por los 100 años de vida del poeta Nicanor Parra organizado por la academia Cygnus (Lima, 2014) con el libro La danza de los alucinados y ha sido finalista en el Premio Copé Internacional de Poesía Petroperú 2015 con el libro Desierto de ceniza. Actualmente dicta cursos de Plan Lector para instituciones particulares y estatales en la ciudad de Juliaca. 




Pintura: The fall of the Giants (1530-1532) Giulio Romano




XI

En mis manos tengo un poema
y cada uno de mis dedos es un verso,
resucitando para ti.

XII

La inmadurez de mi corazón
es relativamente fugaz,
en la ternura de tus sentidos.

De: Cuerpo enamorado



Confesión menor
A Alfredo Mamani Gutiérrez por el apoyo incondicional

Te dejo mi voz en este escrito
te dejo todo
incluso mis lágrimas que fueron silenciosos abismos
también dejo mis ojos que como agujas se
incrustaban en cualquier cuerpo de seda
No olvido nada que haya sido materia inerte
por ejemplo:
mi cuerpo

De: Canto pedestre



 Poema

La noticia fue que un astrolabio llegó a tu ventana
Lascivas imágenes de un recuerdo perturbador
La mañana del día [1] cuando el cielo escupe margaritas
deshojadas
Se libra la batalla por tu amor en los campos de Nueva Guinea

De: 15 poemas para acompañar la soledad


Boceto lineal
Para Pamela Chale

Por la soledad de los carruajes dolosos /
Cabe la luna en sueños putrefactos /
Cada cadáver que emigra es cortesía de este calentamiento boreal /
Estalactitas duermen en la alcoba de los ruiseñores /
Detén este camino rueda inmóvil /
Comunicarse no es lo adecuado cuando se va a morir entre flora y fauna /
Animales educados entran por la bisectriz de los postes de alumbrado público /
Muerto el payaso /
Se acabó el circo /
Desalojado el perro se abraza una intriga /
Nada es una herida sino se muerde los “hubiera” /
Cada lágrima vertida hubiese hidratado un niño en Kazajistán /
Ahora que las estrellas duermen por separado & la galaxia ha volteado su esternón /
Reprogramemos una cita con el ventrílocuo hacedor de vidas silvestres /
Para despojarnos de esta inútil realidad /
Hemos de emigrar como aves sin vuelo /
La costumbre horada siempre un camino pétreo /
El universo contiene medio corazón /
Nosotros, nada /
¿Dónde está la otra mitad?

De: Las llaves de la muerte


MADRE
Tú me pariste desde adentro -Madre-
Forzaste para ello la luz de las abejas.
No fue mi voluntad -madre- fue un orgasmo de maíz-
una henchura de tientos – un relincho de caballo
padre.

Nelson Traba

En el fondo de la casa mamá se ha sentado a esperar el alba

i
Mi casa era un orfanato para paquidermos,
ella jamás hacía faltar su amor que dibujaba en el aire como un humus gaseoso
y sobrecogido de aromas.
Ahora su recuerdo es un dolor que husmea la puerta entreabierta y sobrecogida
observa
el color de nuestra soledad.
Acampa en las noches en el techo, nos da pisadas con el estambre que cuelga de
una biga,
nos conmueve.
Me pregunto si los ángeles saben deletrear
m-a-m-á sin que se le caigan las plumas.
ii
He vuelto a nacer sobre las costillas de mi madre y con un retazo de cielo a fabricado mis manos / ahora ella me cubre con su manto doloso / la escucho hablar sonríe contempla conmigo la distancia / sus ojos se pierden en mi sueño / no está conmigo leyendo este verso / está cocinando sus anhelos en la presión de una olla de barro / está alimentando a las aves con sus pies / pronto no caminará más.
La hierba crece y sobre mis muslos el acordeón se ha convertido en una metáfora que arde en el silencio que evocan sus manos.
Ella ha muerto / y desde entonces / yo he muerto más / en la hora de la cábala nupcial me han heredado estos huesos la escarcha de su sangre que se esparce como un animal milenario en mí.

Sobre esta hondonada de tristes sueños deseaba escribirte / sobre la soledad alquilando compañías / sobre el animal que convive en tu vientre y lleva mi nombre / sobre Cavafis y la constelación de Taurus / sobre tu nombre dándole oxígeno al mío.
En la humedad de tu cuerpo / el seno lechoso de la vida / imposible resistir el paso infame del tiempo sobre tus costras / sostengo el magistral canto de una mosca en el aire / espero la repatriación de la lluvia / el himno que se agudiza en mi pecho cuando se aproxima a tientas / el viento.
Quiero regresar a mis pasos / volver el camino / todos mis muertos se agolpan en mi rostro / y en mi lengua un puercoespín se ha agostado / volveré por ti madre / a repasar tus huesos / a escribir con tu ceniza este poema.


De: La máquina del azar


Ausencia
Aún huelo tu ropa interior
y un hedor soluble ahuyenta a los
animales que guardas en el ropero
Y he pensado en el tiempo que has dejado de dolerme:
sin excusas
sin promesas
Tal vez el numen esporádico que
se tiñe con tu recuerdo sea solo
una lagaña mal dormida en el ojo
El alero que se oxida / la máquina
            de afeitar que te espera,
la ropa que lavé para ti sigue en el cordel donde también puse a secar tu regreso
La copa de vino que escogiste / la botella de ron que bebí,
el cuarto que se mancha de mi sangre y mi grasa,
el colchón que regresa a su estado, porque
(aun guardo quieto tu lado de la cama)
/ reticente
/ deformado

/ solitario.

(Inédito)


Viene una canción incierta como un iceberg desde tus labios
Viene esa nada que es tu revolución a tus formas

Domingo de Ramos

Encuentro de antiguos ojos recogidos por el tiempo

Para Edith Dueñas Gutiérrez


…y te vi naciendo en los pasillos de aquel desmesurado colegio
ardiendo en la purísima luz de tus cabellos
algún cuerpo extraño me dijo tu nombre
o quizá
me describió tu pureza
recuerdo
haber sido el que descubrió tu delgada línea descomponer el alfabeto
―Una mañana miraste mis ojos tristes
y tu voz esculpió en mi tez la dulce sonrisa de los niños
o quizá
me detalló el color de las estrellas al subir la noche
descendiste hacia el cielo donde la luz del sol se cuela por entre los
resquemores del vacío       / algún obituario /
Clara, aún vivo pensando en ti:
en tu cuerpo que se ofrenda al día,
en ti como un campo minado donde quiero ir a morir,
en ti como la batalla y el perdigón vencido que me duele
Luego, te seguí observando caído el día
en el pasto verde de la soledad y la quimera
seguí tu cuerpo difuminado hacia el claroscuro
debí decir entonces que los planetas caen como meteoritos cuando cierras los
ojos
y que a mi paso el fuego impenetrable del amor yacía como un cuerpo tibio
yo alcancé tu sombra
garabateando las calles
una silueta de nombres palidecía a mi encuentro
quién sabe de nuestra pena que se corroe en almizcle puro
de mí y de ti nadie conoce una uña
los transeúntes opinan la luz de los semáforos
y quietos observan el tiempo en sus manos evaporarse
Dime; si el vestigio sordo del azar ha hecho de nosotros
(un camino blanco y negro)
que se bifurca para nuestros pasos imprecisos
Clara, quién tiene el alveolo de tu preñez taciturna
quién persigue tu aliento de hojas que se desprenden cuando
lamo tu rostro,
hurgando, tratando de encontrar la vid
que me enseñe, que me dicte estas apresuradas aves
acaso no hemos trizado los vórtices maduros de la madrugada
pero en soliloquio tardío pudimos esbozar la más tenue caricia de los
campamentos
yo sé cómo se maduran las flores en otoño
y sé también lavar tus pies en el río purificando la mata que enaltece las
higueras
la ceniza que utilizaba para hacerme coronas
la has vertido en tus ojos
calmo y sediento de ti
siempre te busco
en algún rincón brumoso
en alguna náyade que oscile los espacios perennes de mi navío
mi quilla alguna vez penetre los mares de tu vientre
y la espuma adorada de tu boca sea el agua petrificada que bañe mi cuerpo
Ámame como quien espera un mañana que jamás regresará
a la dulce espera de los gorriones bailando el solsticio de septiembre
como quien huye gastando el camino de los días al tiempo de sus costras
Nada podría ahora encerrar este amor que se afeita el paladar
nada, ahora para describir la hora más pura
de la entrega y el precipicio
el espacio donde vuelvo a ser un unicornio de cristal
(sea tu cadera golpeándome como una ola mis días)
y aquella avenida donde tus brazos se extienden para abrazarme
para alcanzar mis extraños abismos
donde tú, solo tú sabes ser mi mejor paracaídas.



(Inédito)

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