ENTREVISTA A FERNANDO VALVERDE
Por Allen Josephs. University of West Florida.
“Escribí Caín con los dientes”, asegura el poeta Fernando Valverde sobre su último libro, Desgracia
Fernando Valverde es el poeta más celebrado de su generación en lengua española. No lo digo yo, que también, lo dicen más de cien universidades, entre ellas Harvard, Princeton o Columbia. Pero sobre todo lo dicen los buenos lectores de poesía. Llevó toda una vida dedicada a la poesía, en especial a la de Federico García Lorca, a quien he traducido al español. Recientemente, los editores de Poetry Magazine escribieron que desde Lorca, nadie había sido capaz de escribir sobre los Estados Unidos como lo hizo Valverde en su libro America. Pero este nuevo libro, Desgracia, publicado por Visor, es un regreso a La insistencia del daño, libro que traduje al inglés y que está publicado en la University Press of Florida. En ese libro está Celia, un poema del que Raúl Zurita escribió que está “condenado a la inmortalidad”. Fernando Valverde ha sido fundador del Festival Internacional de Poesía de Granada, del movimiento Poesía ante la Incertidumbre, del ciclo de poesía de la Universidad de Emory en Atlanta y del de la Universidad de Virginia, donde actualmente da clases. No se me ocurre un puente más grande para la poesía en diferentes lenguas. Pero la envidia es el pecado preferido de los españoles hasta el punto de que, como dijo Borges, para decir que algo es muy bueno dicen que “es envidiable”. Durante la pandemia, en plena Desgracia, pude ser testigo de cómo sus propios familiares le cortaron el teléfono para que no pudiera hablar con su madre enferma. El motivo, dinero, el sucio dinero. Un profesor en los Estados Unidos es una víctima perfecta. Alguien con su éxito y su trayectoria, es envidiable.
¿Es cierto que la envidia es el pecado capital de tus compatriotas?
No seré yo quien le lleve la contraria a Miguel de Unamuno. Como recordarás bien, en su Abel Sánchez el pobre Joaquín Monegro se pregunta: “¿Por qué nací yo en tierra de odios? En tierra en que el precepto parece ser: Odia a tu prójimo como a ti mismo”. Fue muy trágica la experiencia de la vida española de don Miguel y desgraciadamente la mía tampoco ha sido buena.
¿Qué le pasa a la universidad española? Has estado en dos de las mejores universidades del mundo, has sido investigador en Oxford y en Cambridge. Has publicado en la UNAM un libro capital sobre el Romanticismo. Tienes dos doctorados…
Fue muy frustrante ver que no había una oportunidad para mí. Me siento muy agradecido a este país por haberme permitido dedicarme a lo que más me gusta, que no es otra cosa que enseñar poesía. Soy un privilegiado. Conozco a gente brillante que vive amargada viendo cómo las plazas se convocan para el conocido o el cónyuge de alguien.
No quiero preguntarte sobre los motivos personales de Desgracia, porque los conozco bien y porque creo que quien quiera saber, sabrá. Pero es imposible no detenerse sobre un poema como Caín. ¿Qué sensación te dejó su escritura?
Caín está escrito con los dientes. Es un poema que ni yo mismo imaginé que sería capaz de escribir. Sentía la boca llena de tierra, se me rompían las muelas. Quise hacer hablar a la serpiente y entonces descubrí que podía ser cierta la profecía y que la estirpe de los hombres podía estar maldita. Al fin y al cabo, no conozco un animal tan cruel en la creación. El ser humano es capaz de hacer daño por placer, pero a su vez se considera superior al resto de las especies.
Es el triunfo de la inteligencia…
Frente al desprestigio de la imaginación. El problema es que como nos advirtió Shelley la imaginación es la herramienta para el bien moral, porque nos hace imaginar el dolor de los otros, concediéndonos la oportunidad de actuar de forma bondadosa.
Shelley también dijo que todos somos griegos.
Pensaba que la mejor época de la humanidad fue la Grecia entre Pericles y la muerte de Aristóteles. Quería ir a hacer la revolución con los griegos para independizarse de los turcos. Finalmente, no pudo hacer ese viaje, pero le contagió su espíritu idealista a alguien como Lord Byron, que fue a morir allí. Pero contestando a tu pregunta, hay algo de griego en cada uno de los ciudadanos de la civilización occidental, nos guste o no.
¿Es Desgracia un libro sobre la Pandemia o escrito en pandemia?
No es un libro sobre la pandemia, pero sí que fue escrito en parte durante la pandemia. El COVID interrumpió nuestras vidas y provocó (y provoca) mucho dolor. Para mí hay una vida antes y después del COVID. Los voceros del neoliberalismo aseguraban que íbamos a salir mejores, que nos haría mejores personas. Nada más lejos de la verdad. La pandemia ha sido una oportunidad para destruir empleo, para reorganizar el mundo capitalista y para acentuar la desigualdad entre ricos y pobres. Mientras nosotros pudimos vacunarnos yendo a una farmacia y nos hemos puesto hasta cuatro inyecciones, hay quien muere sin haber tenido acceso a la vacuna en medio mundo. Es algo obsceno.
El título es muy duro… ¿cómo te atreviste?
En realidad, todo el libro está en ese tono. Quien quiera alegría puede buscar otras lecturas. Cada uno es libre de elegir. Yo estaba cansado de la falsedad de la sonrisa de Instagram, de los versos de autoayuda, de un mundo falso y de una poesía falsa. Quise llamar a las cosas por su nombre. Hemos sufrido mucho, ha sido terrible, hemos perdido a seres queridos, tal vez nunca recuperemos nuestras vidas. La alegría, en determinadas situaciones, puede ser una falta de respeto. La alegría, como la risa injustificada, es una muestra de estupidez. He escrito un libro para quienes han sufrido mucho. Quien quiera una poesía superficial, impostada, es mejor que no se acerque a Desgracia.
Siempre he creído que en los grandes poetas hay algo de visionario. Escribiste un poema en La insistencia del daño sobre una pandemia mundial titulado “Babel”. Luego abriste tu libro América con una recreación de las diez plagas del antiguo Egipto en sobre los Estados Unidos.
No me considero ninguna de las dos cosas, Allen. Ni un visionario ni un gran poeta. Lo que sí que me pareció evidente es que era imposible mantenerse sanos en un mundo enfermo, como dijo el papa Francisco. Eso unido a que el capitalismo necesitaba “resetear” el sistema para hacerlo más fuerte.
¿Cuál es tu desgracia?
La respuesta está al final de Caín. Mi desgracia es igual a la de todos: el mal triunfa y el mundo es su escenario.
¿Y que pueden hacer los poetas frente a eso?
Como poetas hemos fracasado. Lo dijo Raúl Zurita en la recepción del Premio Reina Sofía: hemos fracasado porque nuestra misión no era escribir poemas o canciones, era hacer de nuestras vidas una obra de arte. “Los grandes poemas sólo cuentan si son un pretexto para la bondad”. No puedo estar más de acuerdo.
Hay varios personajes que atraviesan el libro. Me gustaría que justificaras la presencia de ellos en pocas palabras, en una línea tal vez.
Lord Byron – Dijo que no existe juventud sin el mar.
Dante – Escribió La vida nueva y atravesó el mundo de los sueños para descubrirnos que sólo el amor nos salva.
Elizabeth Siddal – Ella es Ofelia cuando cierro los ojos y su ataúd es una de las mayores vergüenzas de la historia de la literatura.
José Asunción Silva – ¿Podría dibujarme el sitio del corazón?
Caín – Un regalo de inmortalidad, siempre cargará con ello sin poder evitarlo.
José Hierro – Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.
Empiezas y terminas con el mar. Hemos pasado muchas horas junto al mar en Nerja, viendo la forma violenta y maravillosa que tienen las montañas de entrar en el Mediterráneo. ¿Es el mejor paisaje para tus poemas?
Es el paisaje de mi infancia, las rocas entrando en el mar de Almuñécar. Recientemente he sentido de nuevo la misma sensación de inmensidad en el mar de Liguria en Italia, viendo cómo los Apeninos se ahogan. El mar está vivo, es uno de los más misteriosos elementos del mundo, y probablemente uno de los paisajes más sublimes y poéticos.
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