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Presentamos siete poemas del poeta cubano Félix Anesio (Guantánamo, 1950) Ingeniero de profesión.Ha publicado los libros de relatos Crónicas aldeanas y su versión en inglés A Tale of Two Villages, Ed. Voces de Hoy, 2011-2012 y los libros de poesía La cosecha, Public. Entre Líneas, EE.UU. 2013, El ojo de la gaviota, Public. Entre Líneas EE.UU. 2015 y Editorial Betania, 2016, y Los cuervos y la infamia Betania, 2018. Sus cuentos y poemas han sido publicados en revistas literarias como Arique, EE.UU. 2013-2015, Linden Lane Magazine, EE.UU. 2010 y 2012; La Otra Costilla, Chile, 2013; Conexos, Miami, 2013-2017, Nagari, Miami, 2013-2017, Crear en Salamanca, 2016, entre otras. Sus poemas aparecen en las antologías: Bojeo a la isla infinita, Ed. Betania, España y Publicaciones Entre Líneas, EE.UU. 2013; Puede parecer un bosque, Edit. La Insula Barataria, Cuba 2014; Antología Poetas del siglo XXI, Editor Fernando Sabido, España; Balseros, Edit. Entre Líneas, 2015; La isla invertebrada, Ed. Capiro 2018; La floresta interminable, Artes Miami, 2019. Ha obtenido tres premios editoriales Carmenluisa Pinto en narrativa y poesía y la distinción Pluma de Plata, así como el Florida Book Award, 2019. Reside en Miami desde el año 2000. LOS SEMINARISTAS A Osmán Avilés Marchan por la Calle Obispo bajo el látigo inclemente del verano. Tras las raídas sotanas se vislumbra el sexo de los hombres que deben consagrarse al pudor, la castidad y la doctrina. Las rústicas sandalias rozan los adoquines. Como una impúdica plegaria se eleva el olor de las axilas en el aire envolviendo las aceras y las plazas. Un jovencito imberbe y una niña los observan; una beata, tras su velo, hace una extraña mueca y se persigna mientras el dulce canto gregoriano hechiza a cada transeúnte. Todos detienen su juego, su ocio o su quehacer para verlos pasar. De dos en dos, los seminaristas, se pierden por la Calle Obispo. Tuercen la esquina y se adentran por la oscura puerta del convento, erguidos y austeros, cargando sobre su pecho tan pesada cruz. Aún nos puede llenar de turbación la imagen que recuerdo. EN LAS ALTAS HORAS El refugio de la noche es pródigo en sucesos. Bajo la luz de una lámpara se agrupan los medicamentos y numerosas cuentas. Una cortina roja, unos libros y un reloj como salidos de una película de Bergman son la escenografía de un viaje, de un laberinto sin regreso. En las altas horas de la noche se escribe el verso. SUCESIÓN Y LÍMITE Para Alejandro Fonseca In memoriam Las flores de la primavera visten las nieves del último invierno. La fiel convergencia del día hacia el ocaso y todas las fases de la encantada luna anuncian la epifanía del próximo sol. Una mujer gime su dolor. El regocijo de la vendimia y el vino de la celebración. Una nueva arruga que se asoma al espejo de tu rostro. Las fotos que cuentan, otra vez, una historia de ancestros. La extraña felicidad de un poeta que yace en una cama de hospital, rodeado de amigos, ante el umbral de una muerte insospechada. Un libro que se cierra como un golpe en la sombra otro que se abre y esta finita sucesión de versos. Todo acontece en la esfera de un reloj sin números. CANTO PROFANO Mateo 1, 23-25 La húmeda fragancia de la vulva, en sazón de recibir el hálito divino o la humana simiente, preconiza la esperanza gozosa de la epifanía del Verbo . EL CALLEJÓN DE LOS VENCIDOS A Bruno Schulz I Ayer me vi inmerso en una espesa trama de cuerpos moribundos en un edificio sórdido y gris al pie del Callejón de los Vencidos. Gente cansada, coja los bastones y las muletas sonando el cáncer al acecho por su turno el asma, y también el lumbago en este largo tren que abordo y que no parece llegar nunca a su destino. 30, 31, 32… A cada alma un número en larga letanía de cifras y de horas como gotas de una inmensa clepsidra. El hedor de la piel y de los huesos las muecas, las grotescas máscaras de dios talladas por el tiempo: vi a Dora Maar en una esquina a Vincent desorejado en la otra a Cervantes con su mano sola a Rosa Parks al reverendo King y cuanto negro menesteroso abunda en el paraje. En verdad, no recuerdo haber visto a un solo judío. Las axilas, los pubis y las piernas lampiñas las varices en las narices hinchadas piernas mustias que han gastado millas bajo el sol, la lluvia o la nieve de otros sitios y de éste ahora donde estoy confinado. El ruido de mi mano temblorosa me delata. 32…. ¡Última llamada al 32! ¡Qué le dirán al 32, pobre! Que está muy cerca de la no existencia en el edificio gris y con insignia donde la Señora del Cárdigan Gris juega a ser una sacerdotisa que encubre sus propias miserias desde una teatral pose de mando conferida por el gobierno para el cual trabaja en su desidia hastiada en el fondo, de sí misma de su papel de capo, de juez y de sicario detrás de unos gruesos cristales que la protegen de la ira de una imposible toma de su propia Bastilla de la mansedumbre enajenada de los otros ánimas que se mueven en este tren gris salido de un filme de Munch visto en una abrumadora soledad desesperada hace ya muchos años… ¡Cuántos años, Dios mío! 33, 33, 33, ¡por última vez, el 33! Es mi detestable número. Desconcertados rostros que miran pantallas de televisión en circuito cerrado exhibiendo otros rostros felices y seguros mientras afuera los cocodrilos afilan las fauces con sus lenguas límbicas, que han de cercenar toda la carroña en El Callejón de los Vencidos. Los húmeros artríticos, las gargantas roncas párpados caídos sobre pupilas que ya no reflejan ni un destello de una ilusoria felicidad pasada. Hoy todo es duramente real. ¡Es la Vida y qué se le va a hacer! Es la Ley. ¿De que sirve contradecirla? ¡Es el Destino! Dicta la funcionaria del cárdigan gris con olor a naftalina y a una insultante fragancia desconocida al otro lado de la ventanilla. Un mustio clavel rojo carmesí pende de la solapa. ¡Hagan silencio! ¡Hagan silencio! Acaso no distingue la laxitud del que espera lo peor del que sigue acoquinado en este tren de seres moribundos que ya nada desean, sino quizás, el mendrugo que les alargue el viaje que pronto ha de tener un final definitivo ése que llega con el alivio de la muerte ya también hastiada por la oficial demora. Si, señora capo, señora del Cárdigan gris con insignia y clavel en la solapa, que fija los límite del Bien y del Mal. Cómo se atreve a dictaminar que no soy todavía un miserable que poseo unos dólares para comer y que debo bajarme ya de este tren en marcha hacia la nada. ¡Gracias por venir, señor; que tenga usted buen día! ¡No hay apelación, señor! A qué preocuparse si está usted libre bajo parole digamos por un año, al menos. ¡Eso sí! No deje de venir usted dentro de un año en que seguramente será declarado incompetente inútil, inservible, miserable de toda solemnidad más cercano a su destino natural, la inexistencia. II Lo sabrá por una citación a vuelta de correos en sobre amarillo con el sello de la insignia y por sus dolores crónicos y por su cojera atroz por su hediondez por sus magros alimentos sintéticos y transgénicos que quizás entonces ya no pueda asimilar del todo porque ya sabe, señor… Por un instante vi alzarse en mi mano el hacha de Raskolnikov. ¡No me distraiga! ¡Usted es inteligente, señor! ¿No dice que es poeta? El tiempo oficial es limitado, no insista con preguntas. ¡Hasta la vuelta, señor, que yo lo espero aquí en la ventanilla de la desesperanza, de los desvalidos de los sordos, los ciegos y los locos, los dolidos y dolientes! III Yo seguiré aquí investida con mi cárdigan gris para decirle cuándo su existencia amerite ser declarada oficialmente gris Usted es viejo conforme a la Ley, al Orden y al Progreso abandone toda esperanza su vida absurda no es más que una falacia. 34, 35, 36, ad infinitum. Se escucha una voz de mando: ¡Nest , nest , nest ! ¿Cómo que nido, cómo que casa, cómo que hogar…? ¡Qué lengua rara habla el alienado custodio! Diga, next, next, next, correctamente tenga al menos el decoro de exhibir su nueva lengua de adopción ¿O es que no ha tenido tiempo de aplicarse? ¡Silencio, silencio, silencio! Silence, silence, silence… ¿Será que este hombrecito rudimentario puede acaso escuchar mis pensamientos? ¿Se habrá percatado que desde niño detesto las insignias y el horror que me producen los uniformes y las armas? ¡Hasta el próximo año de Nuestro Señor, poeta! Salgo trastabillando entre sillas de rueda, muletas bastones bocas resecas órbitas descejadas, ya sin lágrimas. IV Y de repente la patética visión de una niña de bucles negros y piel aceitunada que persigue a su madre manca y maloliente por los pasillos del pesado tren en marcha que no se acaba nunca… 37, 38, 39… La cuenta es infinita. Lentamente, salgo al Callejón de los Vencidos… Los saurios yacen con las fauces entreabiertas despreciativos, mirando alevosamente hacia otro lado. ¡Usted no, señor, todavía no! Parecen decir. ¡No ve que usted no es quien decide, ni gobierna nuestras fauces! Silencio. El pistoletazo no se hizo esperar, sobre la sien, la víspera. CEREMONIAL LITÚRGICO Nos consumimos como cirios en el altar de nadie OTRAVEZ NARCISO «Así el espejo averiguó callado…» J. LEZAMA LIMA Ni aún la timidez adolescente, ni el mítico pudor, impiden admirar tu propia hermosura ante el espejo. De frente, de perfil, de frente, de frente, de perfil, de frente; otra vez, tu dolor y tu delirio… Mas ese rostro amable del reflejo se irá desdibujando con el tiempo: eso lo sabes; y a eso le temes como al destino mismo, del cual nadie escapa. ¿Por qué no has de amarte entonces, impúdicamente, en el instante eterno de la luz, que se derrama sensual sobre tu cuerpo en flor? Nadie más, Narciso, amará esa imagen como tú. Aunque no has de saberlo hasta el día en que se quiebre, en pedazos tu ser. a Chely Lima
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Gracias!
Buena selección de tus poemas, los disfruté con gusto, me arriesgo al comentario, aún con la sensación del ocaso, la pérdida y el tránsito a la nada. Es tu poesía, a mi modo, una sucesión de latigazos en el vivir. La aplaudo por su fuerza
Gracias, Dania.