INGRID BRINGAS (Monterrey, N.L, México, 1985) Poeta y activista. Autora de La Edad de los Salvajes (Editorial Montea, 2015) Jardín Botánico (Abismos Casa editorial, 2016) Nostalgia de la luz (UANL, 2016) 1000 watts de amor electrónico (Yerba mala Cartonera, 2016) Objetos imaginarios (Pinos Alados, 2017) Flechas que atraviesan la espesura de la noche (Liberoamérica, 2020). Libro con el que obtuvo una mención en el XII Premio Internacional de poesía Gastón Baquero 2019. En 2020 fue Becaria del Centro de Escritores de Nuevo León (CONARTE). Obtuvo el Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada, 2021 con su obra Frontera Cuir. (UAEMEX, 2021) La Casa no existe, es su libro de poemas más reciente ( Editorial: Los libros del perro)
LA EXISTENCIA DE UNA CASA
Por Odette Alonso
Ingrid Bringas
La casa no existe
México, Los Libros del Perro, 2022
Una casa, por sí misma, puede existir o no; pero toda casa es realmente, más que los espacios, las paredes y las puertas, el asentamiento donde se ubica, sus habitantes, la familia, lo que ha sucedido en ella: nacimientos, enfermedades, muertes y, sobre todo, labores cotidianas, hábitos que se repiten como rituales, vida doméstica: limpiar, lavar los trastes, la ropa, la tina, cuidar de los niños y de los enfermos, ver crecer a los pequeños y partir, a los que se irán.
Quien habla de la casa en estos versos está y no está en ella: la recuerda desde el futuro o desde lo lejano, porque “mudarse es otra forma de desprenderse” de lo que antes parecía imprescindible. Sin embargo, “nunca podemos huir de la melancolía”, dice mientras abre los ojos “hacia otros veranos” y vuelve a tener ocho años. Así, se propone “evocar la casa/ los objetos guardianes de aquellas presencias”, porque “los recuerdos son a veces la única coraza”. Y porque evocarla es, además, entrar a ese recinto lleno de secretos a veces inescrutables, un sitio donde todos están muertos, al decir de la madre, y donde los rezos, en las noches, parecieran conversaciones de fantasmas.
Una se anticipa a toda pérdida, “desde la memoria, hasta tus amigos”, dice la voz. Entonces, recuerda el silencio que se aposenta en los rincones de la casa y trata de encontrar en el dolor la dulzura de la vida, porque no hay mayor infierno que una familia, pero es allí donde todo comienza y donde, en algunos casos, habrá de terminar. Es por eso que la madre siempre vuela “como un pájaro sin rumbo hacia lo que fue su hogar” y que la voz poética dice que, si faltara luz, todo eso que lleva por dentro habrá de alumbrarla.
“¿Cuántos cuerpos habitamos frente al espejo?”, se pregunta, porque ha visto en los suyos los ojos y las manos de la madre, de la abuela, de la tía, y sabe que buscarse y reconocerse en ellas no es más que confirmar la estirpe de mujeres a la que pertenece.
Eso es La casa no existe: un cuestionamiento a esa pertenencia, un inventario de sucesos y memorias que marcan la trayectoria de la vida familiar, y una aceptación de ser, a pesar de todo, de algún modo y aunque no lo quieras, “todas las mujeres que te nacen en la noche”.
Casa, cuerpo, memoria, vida y muerte han sido motivos recurrentes en la poesía anterior de Ingrid Bringas. Pero yo, que he seguido paso a paso su obra desde hace años, puedo decir que éste es su mejor libro: ha logrado un trabajo superior con el lenguaje y las imágenes, para construir un universo poético contenido y preciso. La felicito por ello y celebro, como siempre, el buen ojo de Zel Cabrera como editora, que decidió integrar La casa no existe a esa colección poderosa que es Los Libros del Perro.
Colonia Roma, 5 de noviembre de 2022.
SELECCIÓN DE POEMAS
I
La casa que da al callejón posee la mejor vista
en su alcoba vacía y mísera
cuatro paredes le hacen juego al tapiz en tela turquesa
mamá limpia los pisos con lejía
ella habita esta casa
la imagen de mi juventud y un cuerpo joven
que ella aguarda en sus canciones de cuna.
Yo apenas la contemplo como una estatua.
Por las noches,
esta casa la habitan las almas
y discuten los asuntos cotidianos.
II
Emily creía que su casa estaba embrujada
ahí donde un pato se convertía en cisne
la oruga en mariposa
el cuervo en una gaviota.
Ebria de soledad y de aire
santificando el silencio
en un umbral del bosque
para parecer invisible
para alcanzar la eternidad
obedeciendo a los oficios de la intemperie.
III
Uno se anticipa siempre a la pérdida
Te habías quedado ahí de pie mirando
el montón de trastes sucios acumulándose,
como se acumula la ropa sucia.
Las hojas sobre la mesa
las facturas sobre el escritorio
o los guantes sobre la estufa.
Te anticipas a perderlo todo.
Desde la memoria, hasta a tus amigos
a quienes nunca se les llama
y comienzas a escribir nombres en papelillos
a cambiarle el nombre a tu perro
solamente recordamos al silencio
que se acumula entre los rincones de esta casa.