José Gabriel Cabrera Alva Nació en Lima, Perú, en 1971. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue director de la revista de literatura Ajos & Zafiros. Ha publicado los poemarios El libro de los lugares vacíos, Canciones antiguas, Ombligo de ángel y Del mal amor (apuntes de la era de la violencia). Ha obtenido el Segundo Premio Adobe de Poesía, asimismo, ha sido finalista en el Premio Copé de Poesía 2003. Poemas suyos han aparecido en diversas publicaciones nacionales e internacionales, revistas especializadas y diarios, así como en muestras antológicas, entre las que destacan la antología Poesía Perú S. XXI (Fundación Yacana, 2007), la reunión poética bilingüe de Alemania y Perú Del Alpe y del Ande (Pájaro de Fuego, 2015) e Imágenes Literarias (Antología de fotopoemas de Indonesia). Ha traducido, además, a diversos poetas en lengua francesa y ha realizado estudios de Artes Plásticas en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en el Centro Cultural de la Universidad Nacional Federico Villarreal.
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el blanco es el espejismo de la palabra
el tejido del ojo inventa el mundo
pero cómo creer que hay verdad
si nuestros cuerpos no se conocen sino por la distancia
y el acercamiento
es frotar el fósforo
un cuello apretando otro cuello
he de volver con antorchas
y respirar la palabra
que evito
reflejo de mis huesos
calcamos el universo
en un fragmento de higo
se aleja el mundo
es mortal la belleza
y habrías podido mentir resplandores
imaginar el estrépito de
un cuchillo es demasiado
las palabras no tienen patria
pero toda la ciudad
bastaría para construir un verso
salivamos por lo que no conocemos
sin embargo el conocimiento no tiene más importancia
que la derrota
es insuficiente como las uñas
que rasgan el cuerpo
como los dioses que escupieron
te apuesto una moneda
las ideas no han de durar
más que nuestra piel
el asombro
por lo que llamamos distancia
las palabras son una jaula
cantamos buscando eternidad
pero no vale nada la maliciosa
con la que te cruzas en el peldaño
la perfección bebe de las piedras
a veces el viento
libremente he de contar las estrellas
espero la caída del poema
el verdadero peligro
en el que no hemos de perdurar
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el tacto es el abismo humano
no tiene sentido la nieve sino es música
hay que habitar las fuentes
los labios danzantes
este día dejaré ver mi rostro que se transfigura
se trata de provocar una conmoción
para siempre
recorta el hielo erizado
las islas de lava
no hay nada detrás del velo
quédate en la superficie
reunamos nuestros huesos como si fuesen versos
los cuerpos del deseo rodando entre las lilas
las condiciones sensoriales de la lengua
son el símil irreal que mana congelado
el nombre propio ardiendo en el agua fría
una estrella me envuelve aunque sé que es ficticia
el crepitar del cielo del que eres testigo
no podemos separar el poema de su imposibilidad
sobre mis vértebras un bosque nacido de la muerte
niego su pretensión de verdad
pero es verdad
tu talle como un venado
la montaña desplazada de su nido
somos el matemático y el músico que no dicen nada
como el recuerdo del espejo eres distinto de mí
entre el autor imaginario y el lector imaginario
hay una piedra con forma de seno
la comunicación no es reversible
recibiréis chimeneas a la hora del baño
no hay nada sino un telón real
la noche cuelga de su colmena
la formulación lingüística no es capaz de asir el objeto deseado
como la poesía
el mundo es pronunciado por vez primera
cada vez que nombramos
sobre el llano cercenamos los pájaros amados
la experiencia subjetiva de la realidad
las mujeres estallan en el trino
todos los poemas refulgen hacia la muerte
las hojas se purifican convertidas en muchachas
lo restante cuelga del madero
con júbilo nuestros cuerpos se clavan el uno
sobre el otro
como el graznido
del pájaro
sobre el mundo
(Del libro inédito Contralengua)