Karen Sevilla | Entre Broadway y el East River

Karen Sevilla (Bayamón, Puerto Rico, 1983) Poeta, narradora, ensayista y traductora. Egresada de la Universidad de Puerto Rico y de la New York University. Ganadora ex aequo del Certamen de Cuento del periódico “El Nuevo Día” (2006). Autora de El mal de los azares (Sótano Eds., 2010) –1er Premio de Poesía del II Certamen Interuniversitario de Literatura (2009), convocado por la Universidad de Puerto Rico; Mención de Honor del Premio Nacional de Poesía del PEN Club de Puerto Rico (2010)– y de Parque Prospecto (Agentes Catalíticos, 2014) –finalista del Premio de Poesía del Instituto de Cultura Puertorriqueña (2012)–. Fue seleccionada para la antología Premio Letterario Guilia Di Gonzaga (2009) y Premio Letterario Simón Bolívar El Libertador (2010), por Edizioni Lo Spazio (Italia). En el 2011 recibió un reconocimiento de la Sociedad de Poetas Vivos de Puerto Rico por su obra. Fue uno de los finalistas/clasificados del I Certamen Internacional Toledano “Casco Histórico” de Poesía (España, 2012), con el poema “4:05 AM”. Su obra se ha vertido parcialmente al alemán, inglés, italiano y uzbeco. Ha presentado su trabajo literario en el Museo del Barrio (NY), Instituto Cervantes en Berlín, Museo de Arte de Puerto Rico, King Juan Carlos Center (New York University), Centro de Estudios Puertorriqueños (Hunter College, City University of New York), entre otros. Ha sido profesora en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, la Universidad de Pittsburgh y en la Universidad Metropolitana.

 

 

 

 

Rosales

 

Al tratar de eliminar

de su pecho una espina, el poeta

se arranca una rosa.

 

 

 

Calibraciones

 

Disimulando espíritu viajero, ese de norte y colinas,

se reconoce que las millas son de mente

y de aquel sin parar terrible que ata noches.

Querer retroceder la temporada fría;

la metrópolis suicida, los calibres, los abrigos

y los amaneceres neoyorquinos electrocutados

en las vías subterráneas.

Cuando era joven no veía que los árboles y los faroles

brillaban igual bajo toda luz,

que toda ciudad era una misma.

Charcos de concreto donde cualquiera se vuelve vagabundo

y hace inmune al existir.

Yo sentada en los tirones de un tranvía

esperando la estación que ya había pasado

bajo una avenida de nombre que no puedo recordar.

Planeando volver a oscuras

a una casa confundida entre caras

desnudas en la ciudad.

Pasado poco tiempo, he visto

que fui cómplice de las vísperas de espera

y me debo las noches.

Se es joven cuando el cuerpo aguanta

esa seducción al vértigo.

¿Adónde se han ido las calles

si los días mismos escapan como trompos de sus ejes?

Un algo me persigue y toca resfriando los huesos,

enterrándome donde aquellos duermen el peso pesado.

Los autos vuelan a la luz roja, los hombros de piedra chocan

y los policías ciegos rozan las calles latentes.

He perdido el pasaporte a los accidentes felices.

Soy la ciudad que me habita.

 

 

 

 

Nómina

 

Están los que dicen que uno

se construye oportunidades.

 

Me paso elaborando la estática

esperanza percibida

en la minoritaria mayoría que salimos

a ocupar plazas y parques.

 

Parques y plazas versus ocho bloques

del Distrito Financiero, policías

guardando bancos inquebrantables,

más la mano invisible que hala

el hilo de la estrechez.

 

Ojalá me toque una ventana

del edificio de una modesta avenida

donde pueda conspirar

contra el invierno, trasnocharme

poetizando incertidumbres

y amando a quienes dan

el pan que no les sobra.

 

No serán míos

los poemas de Wall Street.

 

 

 

Entre Broadway y el East River

 

Regalé cuanto tenía.

Abandoné mi capital de comienzos

más supe que por el resto de mis noches

regresaría a esta ciudad.

 

Por un sueño de trenes, de aceras agotadas.

 

Cuando tu mirada va de mí hacia el suelo

dices ver farolas negras en mis ojos.

Juras que veo muertos;

tengo uno en frente. Si el amor perece

antes de tocarme la puerta

que la escritura entonces salve

de todo. O que lo devuelva

y redima.

 

Para no quebrar

ni apagarnos desde adentro.

 

 

 

Santurce

 

El espacio de vitrinas hecho añicos;

he vuelto a mirar en derredor.

A la hora pico de la vigilia

––ésa que trae la imposible penumbra––

la ciudad de graffiti rasca el suelo

y levita.

 

En noches así te revelas en mi nuca

cuando lo atemporal se cierne

al pequeño “yo” que se niega a ser. Me aferro

a la imposibilidad de repetir tus ojos verdes

en mi vientre siempre vacante.

 

No por eso anduve a solas la urbe entera.

No por eso negué los mapas.

No por eso quise descolgar la esperanza de las paredes

pues la hallé en el gesto anónimo

que devolvió la isla que alguna vez

tendió su luz irremediable.

 

El mar más allá de la avenida:

la ciudad adherida a mi carne

como tu nombre en agujas

que es el nombre mismo de esta ruta

de concreto, de sangre, de cal.

 

He aprendido a perder

y a ganar perdiendo.

Sólo soy un bípedo rutinario

extraviado nuevamente entre la multitud

para encontrarse en la tinta.

 

 

 

Ehrung

 

Tendida la ciudad,

su fantasma campestre apenas se alza

contra la niebla y la deshonra de su fondo.

 

Las mujeres que contaron

piedras salpicadas de estrellas y niños

tras sus faldas: un cielo de ceniza

sobre los pañuelos que guardaban

sus cabellos pálidos y el residuo de la vida

por calles sin más espacio

para fábulas.

 

Berlín, te debo la fiebre y el resfrío.

Las otoñales tonalidades:

el temperamento de Dios en el asfalto.

 

Antes 9.99 / Ahora 6.99. Consigue tu ejemplar en tapa blanda con un solo clic

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *