MIGUEL ÁNGEL SANZ CHUNG – HABITACIÓN


Fotografía: Sandra Enciso.

Santa Rabia presenta cuatro textos del poeta peruano Miguel Ángel Sanz Chung (Lima, 1979) Miguel Ángel estudió literatura en la UNMSM. Perteneció al grupo de creación y publicación literaria Sociedad Elefante. Ha publicado los poemarios La voz de la manada (2002), Quién las hojas (2007), Paciente 164 (2009), La Casa amarilla / Casa abandonada (2011), Arte rupestre (2013) y Diccionario Elemental (2017). Desde el año 2004 reside en Pamplona, España.
 
 
IV
 
 
Una hoja
        anda tras de ti con disimulo:
 
        por las mañanas,
        aguarda tras la puerta
        a que salgas con premura rumbo del trabajo;
 
        cuando vuelves por la tarde,
        antes de doblar la esquina,
        reconoce el sonido de tus pasos
        entre miles de pasos que regresan;
 
        si un día cruzas la calle de forma repentina,
        ella presiente el final de tu huida
        antes de que te arrepientas,
 
        y si por locura decides llegar de madrugada
        como el único que vibra en medio de la noche,
        se regocija con el calor de tus tobillos,
        que resplandecen a su rostro como antorchas.
 
Una hoja
        anda tras de ti con disimulo,
        y tú, sencillamente, lo ignoras:
 
        es la hoja de metal
        que acaricia tu barbilla frente al espejo
        camino de la tibieza de tu cuello;
 
        la misma hoja acerada
        que corta con tu ayuda las legumbres
        a unos milímetros de tus dedos;
 
        es la hoja de cristal
        que abres confiado
        para llenarte de aire los pulmones;
 
        aquella hoja de madera
        que azotas con violencia
        cuando irrumpes en tu cuarto lleno de ira;
 
        es la hoja de papel
        que reposa por millares repetida
        en la biblioteca que tanto proteges y visitas;
 
        la misma hoja que acunas en tus manos,
        que cobijas sobre tu seno 
        hasta quedarte dormido en el sofá.
 
La hoja
        que anda tras de ti
        cuenta con una paciencia inagotable:
      
        sabe que cualquier día emprenderás
        aquella excursión sin importancia por el bosque;
       
        y ella estará ahí, esperándote,
        junto a millones y millones de hermanas
        cuando te apetezca
        dar un paseo entre los árboles.
 
De Quién las Hojas
 
 
Cisne
 
 
Ahora que el cuerpo yace inerte
tras la salvaje tortura,
todos se miran absortos,
desnudos y deformes.
Cuando tuvieron la oportunidad
posaron sus estériles patas
sobre el interminable cuello
hasta estrangularlo.
Enajenados, no dudaron
en acabar con el último hilo de aire,
que ahora perfora sus oídos
como el silbido de una flecha
que nunca termina por llegar.
Las plumas, que aún flotan
sobre sus cabezas, una a una
se posan sobre sus cuerpos
como ardientes esquirlas.
A pesar de ello, no esbozan
ni una mueca de arrepentimiento,
y el paisaje, apenas si ha sufrido
una leve transformación:
en un paraje discreto
un Cisne negro yace tendido
en medio de todos los Cisnes blancos
que lo mataron.
 
De La Voz de la Manada
 
 
HABITACIÓN
 
 
Todo el cielo que cabe esperar
se encuentra rodeándome en estas paredes.
Mejor que el espacio ilimitado del universo
como una promesa de colores profundos,
los pasos contados de esta habitación
vestida de colores dispares
y objetos hermanados por el tiempo.
Fuera, el mundo palpita sin mí:
llueve, truena, escampa
y los paseantes comparten miradas con sus niños y canes.
Dentro, mis palabras no dichas
suenan con la nitidez de un oboe en un teatro vacío,
y cada pieza de este cuarto
me rodea como una orquesta dispuesta
a acompañar los caprichos de mi improvisación.
Nada que crezca lejos de mi alcance
compromete la voluntad de mi espíritu,
sea lo que fuere que pise la hierba del parque
o el cemento de las calles.
Seguramente, el mundo comparte un secreto
que yo ignoro.
Los míos se cuentan frente al espejo.
Cuando me interno este recinto,
donde sea que poso la mirada,
oigo, con perfecta dicción, cada uno de ellos.
 
De La Casa Amarilla
 
 
Jinete
 
 
Cómo detener esta carrera contra el tiempo,
dejar de fustigar estos músculos
que galopan desde su nacimiento.
Cómo detener esta agitación continua,
dejar de ser el muslo que se tensa con cada zancada,
los cascos que atizan el suelo para tomar un nuevo impulso.
Aún me restan energías
para atravesar el planeta de lado a lado,
para saltar sobre los mares
y pasar por encima de montañas y desiertos;
pero estoy harto de terminar
entre bosques invernales de árboles desnudos
o cabalgando sobre los coches
en medio de autopistas desbordadas por los atascos.
Cómo dejar de ser el sudor constante
que discurre por las piernas y el pecho,
abandonar una competencia que carece de reglas,
bajarse del lomo de uno mismo
y caminar como aquel hombre inexistente
que controla la razón de sus pasos.
Cómo librarse del deseo
de alcanzar una meta nunca vislumbrada,
construida con unas cuantas imágenes
que podrían desvanecerse con un leve soplo.
Cómo vencer el terror de detenerse
en cualquier parte del camino,
dejar de oír los latidos retumbando entre las sienes
y volver a construir algo en medio del silencio.
 
De Arte Rupestre
 
 

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