Santiago Antona | Mi himno es el bramido

SANTIAGO ANTONA (Puebla, México, 1993) es abogado de profesión y escritor de oficio. Sus textos han sido publicados en las revistas literarias Vislumbre y Círculo de Poesía. Es coautor de las antologías poéticas Metrópoli; el suelo de una voz (Alcorce Ediciones, 2019), y Un latente hallazgo (Valparaíso Ediciones, 2021). Tiempos de veda (Alcorce Ediciones, 2019) es su primer libro. Con su segundo y más reciente poemario, El Atila del Sur, resultó finalista en el III Premio de Poesía Hispanoamericana Francisco Ruiz Udiel 2021.

 

 

 

Porque en este pueblo
de miedo nadie muere,

pero el hambre es el arma
que asesina hasta al más valiente de los hombres.

 

Nosotros luchamos por recuperar el dominio de las huertas,

por no yacer inertes debajo de los suelos
y dejar de permanecer enterrados, moribundos,
hasta el fondo de lo que es nuestro legado.

 

El Plan de Ayala nos germina de nuevo entre las alas,

somos el águila que se eleva ante los cielos
y somos quienes surcan una huella diferente
a la que perdura cuando otro arrasa sobre ti.

 

Así que el que quiera ser águila que vuele,
y el que quiera ser gusano que se arrastre

pero que no grite cuando alguien más lo pise.

 

 

***

 

 

En el campo hemos nacido con una vida a cuentagotas,

cosechas en dominios que no son de nosotros,

derechos que no gozamos

tierras que no son nuestras tierras.

Este sitio es hacer del alimento

una mesa vacía en otra casa,

es tolerar que el rico diga

si quieren sembrar que siembren en macetas

y rogarle porque sean sus manos

aquellas que nos las entreguen.

Aquí tenemos una virgen por estandarte

y un Dios que no soporta

ver la vida que nos ha dado.

En el campo hemos nacido medio muertos.

 

 

***

 

 

Todas mis penas caen con tu vestido

y todas las glorias resultan ya insignificantes

cuando adivino tu cuerpo, virgen de bronce,

y te descubro el moreno deseo entre los pechos

y te beso la deidad entre la piel

y me escueces

con el fuego de la boca

las heridas de esta carne magullada.

 

Ahora te hago mía, dulce Josefa,

y la noche entreabre sus piernas en la cama

y mi himno es el bramido que te sale de los labios

y mi patria

es cada letra

que se escapa

de tu nombre.

 

Pero no sé qué nos quedará, amor mío,

después de las penas y las glorias,

luego de las heridas,

de la patria magullada

y de tu nombre,

porque al atardecer

todo esto

resultará todavía más lejano.

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