Stefania Di Leo – Un puerto sin violencia

Stefania Di Leo nació en Messina, Italia, el 25 de julio de 1975 y desde pequeña ha cultivado una pasión por los idiomas extranjeros. Doctorado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es traductora internacional en italiano de poetas contemporáneos españoles, portugueses, y franceses y colabora con varias revistas culturales e internacionales, Crear en Salamanca, Metaforologia, Papeles del martes, Altazor. Fundadora del Círculo Literario Napolitano, y del Premio Internacional de Poesía en español, Francisco de Aldana. Ha publicado libros de poesía, entre los que destacan Rosas azules sobre el tomillo perfumado (España), Donde tuve tus labios (Miami), Ocultando el olvido (Miami), Uma so Solidao (Brasil), Entao brilha o silencio, con Alvaro Alves de Faria (Brasil), As sombras da tarde (Portugal). Ganadora de la convocatoria del 31º Festival Internacional de Poesía de Medellín.

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El mar es un puerto sin violencia

 

Cruzo la mirada hacia donde llega el silencio.

Todo se acaba perdiéndose en el fondo del mar.

Hay una sonrisa dentro del mar.

Un horizonte vegetal de ruinas y corales.

Una ilusión desterrada, un aroma de llanto.

Una ciudad sumergida, donde los árboles están enraizados

entre las rocas y sus frutos son perlas y conchas.

Las gaviotas tienen su nido, eternamente esculpido de algas.

Dentro del mar el pez y el lirio,

nacen de la misma explosión de la vida;

donde las alas de las aves surcan las olas,

y fundan el rito en el misterio de la noche.

En el mar la rosa de los vientos

derrama su melodía, clamando al aire,

rozando también los corazones.

Un mar es un puerto sin violencia dentro de los mares.

Un sonido de agua en un agua de sonidos.

Una esperanza, un frenesí, un sueño.

Un mar es una bienvenida, es un adiós.

 

 

ΟΥΤΙΣ

                                                                                                   No a nome mio (Andrea Camilleri)

 

La tierra, no nos ha enterrado.

Alguien dijo que irse es regresar a ese lugar,

en que no había un rincón, que no fuera ya nuestro.

Que abril removerá las hojas muertas y atronará la paz

como lluvia en las ventanas. Y qué calma, qué afilada calma,

nos arrebatará las últimas tempestades…

Y ahora, que la ida es un destino consumado,

que los corazones se nos abren

y las notas se escuchan en el aire,

se esconde en el cielo cada rayo,

se oxida en la tez aquella espada,

como un ruido para probar su sangre,

ya no habrá más guerra.

Después de tanto otoño, hemos llegado.

Y la costa no fue tan vasta,

como cuando la vimos derramarse, al horizonte.

Habrá que caminar entre la gente.

Vestirse el nombre que fuimos dejando

andar entre senderos para aliviar las penas.

Porque ya no habrá mar.

No habrá una estela.

Ni un puerto que se meza entre las rocas.

Serán del laurel, de la sal, de la lluvia

las flores que trae el viento a los que han muerto

y nunca les pisó la blanda arena.

Los mismos astros truncos.

Los mismos horizontes en la orilla.

Las mismas ruinas sobre el mismo llano.

Y la calma. Tanta paz y calma entre las manos.

 

 

ENTRE SOMBRAS

 

Cuándo hablaré de ti sin voz de hombre

Claudio Rodríguez

En cualquier parte, pero no en ésta.

Quizá en la hermandad de los desiertos,

donde se funden los caminos

y los horizontes se libran

como una bandada de suspiros.

Quizá en la piadosa desidia de la tierra,

o en jardines lejanos, donde dejé mi ser,

con la levedad de una promesa

que apenas el rocío habrá notado-.

En las ventanas, lumbreras del mundo,

donde el cuadro de la vida,

es un frágil reflejo de incerteza.

Allí tendré que ir. Allí tendré que buscarte.

No en la paciente soledad de los vergeles.

Bien conozco tus confines. Tu letanía de albas y conjuros,

la soñada voz de las acequias,

el rumor de los instantes.

Oh Libertad, eres como un sauce,

tus ramas rozan mi alma en el silencio.

Eres memoria de los días, sólo eres poesía.

Te busqué detrás de los sueños,

detrás de esquinas de invierno y en las sombras de la tarde.

Te busqué tantas veces mientras temblaban las nubes,

y la nostalgia se consumía lentamente.

Libertad pura e inalcanzable,

rodeada de lirios y de jazmines,

esperanza de amor venidero.

Te buscaré hasta mi último aliento.

Serás una gaviota franca en el sosiego hermoso de la luz.

Hoy, en la gravedad del ocaso, te he sentido.

Tú, a quien llamo libertad, eres eterna.

 

 

La muerte galopa sobre el tejado del viento

se empina sobre la noche sin día,

acosa a los seres,

en los intersticios de un respiro.

La muerte se instala en la agonía,

cruza océanos de luces,

roza almas sin rumbo,

trepando las fronteras del viento.

La muerte resume el llanto, convoca a horas diferentes

desenmascara los ritos tumbando la risa del sol.

Golpea las ventanas,

mientras los vidrios rompen el dolor,

y el silencio se acomoda

en el aire frío de la noche.

La muerte desde el nicho tiene un relato

con aroma a cemento, bajo la mirada de cipreses.

Invencible golpea sin cesar.

Desdobla sueños, reencarna utopías

en el columpio de arreboles

en donde cada tarde la ciudad expira.

La muerte es una rapsodia marina

donde nacen sirenas silentes,

señala un conformismo

bajo un canto desafinado,

no conduce al paraíso

de rocas y luna menguante.

La muerte intuye que mañana seremos leyenda

barro para edificar la silueta

sin tiempo,

aire de la montaña para sostener la vida

interrogativo sin respuesta.

La muerte sobre el rio revolotea sin pausa

nos busca incansablemente en el jardín del alma.

 

 

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,

vuélvete a tus montañas trepadoras,

ciervo de espuma, rey del montería.

RAFAEL ALBERTI

 

Sobre tu nombre escrito en las paredes del aire

y en las tapias derruidas de los sueños,

sobre tu recuerdo trenzado desde mi corazón,

sobre tu imagen que al abrirse el día crece con la luz

como nenúfar en la espuma de mis ojos,

sobre el desnudo de tu nombre y tu recuerdo,

sobre el borde azul de tu costado,

sobre tu nombre al fondo de la noche,

sobre tu nombre extinto,

sobre tu nombre suspendido en el brocal

sobre tu nombre escribo

tu recuerdo, inalterable, vivo,

porque tu nombre es vida perenne,

porque nunca te has muerto y vives.

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