Brigitte Broc nació y creció en la región francese de Gironde. De su infancia cerca del océano conserva un marcado gusto por el horizonte, por los espacios abiertos: “el mar abierto de las palabras le llama”… Ha trabajado en la traducción, la enseñanza y el sector audiovisual. Participa regularmente en ferias, lecturas y cuenta historias a pequeños y grandes. Ha sido publicada en revistas y ha ganado varios premios de poesía. Le gusta conocer gente, intercambiar: a través de talleres de escritura, mediante el diálogo -en libros de artista y exposiciones- con artistas visuales, fotógrafos, calígrafos. Para ella, el carácter oral de la poesía es esencial, porque, como escribió Léo Ferré: “La poesía es un clamor. Hay que escucharlo como si fuera música. ” Para demostrar que la poesía, tan a menudo menospreciada, puede estar viva, ser accesible y reunir a la gente en torno a la emoción, presenta, junto con otros artistas -músicos, poetas, bailarines, calígrafos-, espectáculos que son verdaderos viajes del alma y de la palabra en los que todos pueden reconocerse. Sus temas favoritos son la naturaleza, los lugares, los paisajes interiores, los orígenes, la relación del hombre con el mundo, lo sagrado femenino.
Versos de África
Hubo lo que transpira,
lo que reza
y sucumbe.
Hubo aquello que llama,
que aterra
e incrimina.
Cañones del viento
con el aliento agudo,
dunas en huida
donde la mirada rebota.
En la hoguera del día
los labios se agrietan,
las palabras se desmenuzan.
La desnudez de ser,
en medio de esta nada,
en medio de este todo,
girando sola
en su órbita de carne,
astro beduino
que no quiere extinguirse.
La africana desborda
con sus paños azules,
desde el cielo que ya no le ahoga.
Con paciencia,
injerta un poco de verde
en el viento
para que pululen raíces,
hojas y sarmientos.
Noches de esqueje, noches de júbilo
donde las lejanías se descosen.
Pasaje abierto
en el flanco de los cometas
que poda sus árboles
y desvía la sed.
Lentamente, en la arena
ella traza el mar.
Bajo la espuma frondosa
arriban los gestos
desatados.
Con los muslos abiertos,
ella acoge la marea.
La sal, reconciliada,
fertiliza sus palmas.
Lo que eclosiona,
lo que crece
y se mueve,
baila sobre su sangre,
baila sobre la piedra.
Versos de África,
elegías lapidarias,
en el crisol ardiente
se realiza el paso.
Versets d’Afrique
Il y eut ce qui transpire,
ce qui prie
et succombe.
Il y eut ce qui appelle,
ce qui affole
et incrimine.
Pierriers du vent
à l’haleine tranchante,
dunes en cavale
où le regard ricoche.
Dans le brasier du jour
se fendent les lèvres,
s’ébrèchent les paroles.
La nudité d’être,
au milieu de ce rien,
au milieu de ce tout,
seule à tourner
sur son orbite de chair,
astre bédouin
qui ne veut pas s’éteindre.
L’Africaine déborde
de ses étoffes bleues,
du ciel qui ne l’étouffe plus.
Patiemment,
elle greffe un peu de vert
au vent
pour qu’essaiment racines,
feuilles et serments.
Nuits de bouture, nuits de liesse
où se décousent les lointains.
Passage ouvert
dans le flanc des comètes
qui taille ses arbres
et détourne la soif.
Lentement, dans le sable,
elle trace la mer.
Sous les frondaisons d’écume
accostent les gestes
dénoués.
Cuisses ouvertes,
elle accueille la marée.
Le sel, réconcilié,
fertilise ses paumes.
Ce qui éclôt,
ce qui pousse
et bouge,
danse sur le sang,
danse sur la pierre.
Versets d’Afrique,
élégies lapidaires,
dans le creuset brûlant
s’accomplit le passage.
Busqué,
al norte, al sur,
bajo la corteza del roble,
en los caballetes del viento.
Tiré
a la cara de la página
la palabra infranqueable,
sus raíces de oración.
Alcé,
hacia el cielo sin concesiones,
mis palabras sangrientas,
abrí los brazos,
cerré las comillas,
y cubrí con tormentas
la tibieza del lenguaje,
recé al desierto
para que pasara más lejos
de mi piel.
Sembré palabras
a lo largo del silencio,
crucé el sueño,
derroqué titanes, demonios,
tiranos.
Amé al árbol,
allí, bajo la nieve,
las recurrencias del alba,
las complots de la belleza.
Sí, amé.
J’ai cherché,
au nord, au sud,
sous l’écorce du chêne,
sur les tréteaux du vent.
J’ai lancé
à la face de la page
la parole infranchissable,
ses racines d’oraison.
J’ai dressé,
vers le ciel sans concession,
mes mots ensanglantés,
j’ai ouvert les bras,
fermé les guillemets,
puis j’ai recouvert d’orages
la tiédeur du langage,
prié le désert
pour qu’il passe plus loin
de ma peau.
J’ai semé des paroles
tout au long du silence,
traversé le sommeil,
renversé les titans, les démons,
les tyrans.
J’ai aimé l’arbre,
là-bas, sous la neige,
les récidives de l’aube,
les complots de la beauté.
Oui, j’ai aimé.
No intentes decir,
refutar, explicar.
Es cuando no tienes rostro
que el fuego real te inunda.
Mañana de bocas,
mañana de nieves, vírgenes.
Un jadeo,
que viene de lejos
desata las apariencias.
El mar abierto se tambalea,
ebrio del deshielo de las sombras.
Un contorno de sudor se expande
en la axila del cielo.
Tiempo radiante bajo las alas,
calor bajo las plumas.
Ella se asombra
de las estrellas esparcidas,
de las pepitas de sal
que sostienes, que aprietas,
en la palma de la mano.
Ella te sigue
cuando desciendes por la tormenta,
te sigue,
aquella con la que viviste
otras orillas.
Ne cherche pas à dire,
réfuter, expliquer.
C’est lorsque tu es sans visage
que t’inonde le vrai feu.
Matin de bouches,
matin de neiges, vierges.
Un halètement,
venu de très loin,
dénoue les apparences.
Le grand large titube,
saoul de la fonte des ombres.
Un cerne de sueur s’agrandit
à l’aisselle du ciel.
Il fait radieux sous les ailes,
il fait chaud sous les plumes.
Elle s’étonne
de la jonchée des astres,
des pépites de sel
que tu tiens, bien serrées,
dans le creux de ta main.
Elle te suit
quand tu descends l’orage,
elle te suit,
celle avec qui tu vécus
d’autres rives.
Traducción de Miguel Ángel Real
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