VIOLETTA DE LA PEZA (México) es una mujer feminista, animalista, apasionada de la naturaleza, poeta amateur y collagista en desarrollo. En sus ratos libres intenta rescatar árboles y animales. Ha encontrado en el arte un refugio del mundo en decadencia y del horror cotidiano.
DESPOJO URBANO
Hay vestigios de dolor
en las copas de las palmeras.
En sus ramas inertes
la historia de una ciudad
despojada del verde.
I.A
¿Cuánto tiempo ha pasado
desde que vi luciérnagas?
Desde que una libélula perdida
se posó en mi hombro,
sorprendiéndome.
Hace cuánto que no me arrulla
el canto de las cigarras
anunciando la lluvia.
Que no revolotean en mi pelo
los escarabajos de mayo.
De niña, pasaba horas
observando las orugas,
con fluorescente persistencia
trepaban los troncos de las jacarandas
como presagio de la primavera.
Ahora, les queda casi nada
que medir a los gusanos.
¿Será que las abejas
ya no regurgitan polen
sino microplásticos?
En las jardineras vacías,
la nostalgia por mi infancia,
cuando el tiempo
lo marcaban
los animales más pequeños.
No sé si han migrado
o decidieron esconderse de nosotros.
Tal vez agonizan
paralizados por pesticidas.
Quizá la I.A tenga respuestas,
pero, ¿podrá transmitir
el cosquilleo de las cochinillas
caminando entre mis dedos?
¿Tiene chat gpt
un reservorio digital
de los deseos susurrados a las catarinas?
¿Se guardan en algún sevidor
las buenas noticias
auguradas por las mariposas blancas?
Tengo la esperanza puesta
en aquellos que resisten.
En los grillos que no callan,
en las cucarachas reapropiándose el espacio.
En las arañas tejiendo entre libros,
en las avispas construyendo panales en las azoteas,
en las polillas rondando
las luces de las oficinas.
NUEVO ECOSISTEMA
Cada mañana
me visita una ardilla,
golpea el vidrio,
anuncia su llegada
y el comienzo del día.
En sus ojos,
la certeza de la rutina
y el asombro.
Un pacto silencioso,
a cambio de cacahuates
ella me acerca el bosque.
Al mediodía,
llegan las abejas,
susurran el secreto de la existencia.
ni el humo,
ni los pesticidas
las han hecho desistir,
insisten en polinizar
lo que no existe,
Ofrezco agua y gajos de naranja
me disculpo
por la falta de flores
Con el atardecer,
vienen los pájaros.
reposan en la cornisa,
el pico estropeado
de escarbar en el asfalto,
sus alas pesadas
su canto enmascara
el ruido de los autos
Migajas de pan
y un puño de alpiste
a modo de intercambio.
Contemplo el pasar del tiempo
en la repetición de estos rituales,
y en la continua sorpresa
de encontrar,
en medio de la urbanidad
resquicios de lo silvestre.
Tal vez uno de estos días,
les abra la puerta por completo.
A las ardillas,
a las abejas,
a los pájaros.
Permita, de una vez por todas
que recobren
lo que desde el principio
les pertenecía.
Quizás una noche,
rompa los cristales,
deje que las ramas de los árboles
recuperen terreno,
crezcan flores en mi sala,
el musgo invada las paredes,
y la lluvia
convierta mi habitación
en un estanque.
Y yo me quedaré muy quieta
hasta que las enredaderas
me abarquen,
los pájaros
aniden en mis manos,
de mis ojos,
extraigan polen las abejas,
y en mi ombligo
siembren piñones las ardillas.
Al amanecer,
mis pies se enraizarán
en la tierra
y me fundiré
con el nuevo ecosistema.
Una poesía directa, inteligente y estética