155. Año 10: VIOLETTA DE LA PEZA | Nuevo ecosistema

VIOLETTA DE LA PEZA (México) es una mujer feminista, animalista, apasionada de la naturaleza, poeta amateur y collagista en desarrollo. En sus ratos libres intenta rescatar árboles y animales. Ha encontrado en el arte un refugio del mundo en decadencia y del horror cotidiano.

 

 

 

DESPOJO URBANO

 

Hay vestigios de dolor

en las copas de las palmeras.

En sus ramas inertes

la historia de una ciudad

despojada del verde.

 

 

I.A

 

¿Cuánto tiempo ha pasado
desde que vi luciérnagas?
Desde que una libélula perdida
se posó en mi hombro,
sorprendiéndome.

 

Hace cuánto que no me arrulla

el canto  de las cigarras

anunciando la lluvia.

Que no revolotean en mi pelo

los escarabajos de mayo.

 

De niña, pasaba horas

observando las orugas,

con fluorescente persistencia

trepaban los troncos de las jacarandas

como presagio de la primavera.

 

Ahora, les queda casi nada

que medir a los gusanos.

¿Será que las abejas

ya no regurgitan polen

sino microplásticos?

 

En las jardineras vacías,

la nostalgia por mi infancia,

cuando el tiempo

lo marcaban

los animales más pequeños.

 

No sé si han migrado

o decidieron esconderse de nosotros.

Tal vez agonizan

paralizados por pesticidas.

 

Quizá la I.A tenga respuestas,

pero, ¿podrá transmitir

el cosquilleo de las cochinillas

caminando entre mis dedos?

 

¿Tiene chat gpt

un reservorio digital

de los deseos susurrados a las catarinas?

 

¿Se guardan en algún sevidor

las buenas noticias

auguradas por las mariposas blancas?

 

Tengo la esperanza puesta

en aquellos que resisten.

En los grillos que no callan,

en las cucarachas reapropiándose el espacio.

 

En las arañas tejiendo entre libros,

en las avispas construyendo panales en las azoteas,

en las polillas rondando

las luces de las oficinas.

 

 

NUEVO ECOSISTEMA

 

Cada mañana

me visita una ardilla,

golpea el vidrio,

anuncia su llegada

y el comienzo del día.

En sus ojos,

la certeza de la rutina

y el asombro.

 

Un pacto silencioso,

a cambio de cacahuates

ella me acerca el bosque.

 

Al mediodía,

llegan las abejas,

susurran el secreto de la existencia.

ni el humo,

ni los pesticidas

las han hecho desistir,

insisten en polinizar

lo que no existe,

 

Ofrezco agua y gajos de naranja

me disculpo

por la falta de flores

 

Con el atardecer,

vienen los pájaros.

reposan en la cornisa,

el pico estropeado

de escarbar en el asfalto,

sus alas pesadas

su canto enmascara

el ruido de los autos

 

Migajas de pan

y un puño de alpiste

a modo de intercambio.

 

Contemplo el pasar del tiempo

en la repetición de estos rituales,

y en la continua sorpresa

de encontrar,

en medio de la urbanidad

resquicios de lo silvestre.

 

Tal vez uno de estos días,

les abra la puerta por completo.

A las ardillas,

a las abejas,

a los pájaros.

Permita, de una vez por todas

que recobren

lo que desde el principio

les pertenecía.

 

Quizás una noche,

rompa los cristales,

deje que las ramas de los árboles

recuperen terreno,

crezcan flores en mi sala,

el musgo invada las paredes,

y la  lluvia

convierta mi habitación

en un estanque.

 

Y yo me quedaré muy quieta

hasta que las enredaderas

me abarquen,

los pájaros

aniden en mis manos,

de mis ojos,

extraigan polen las abejas,

y en mi ombligo

siembren piñones las ardillas.

 

Al amanecer,

mis pies se enraizarán

en la tierra

y me fundiré

con el nuevo ecosistema.

 

 

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