
Carlos Vicéns (San Juan, Puerto Rico, 1982). Escritor, músico y profesor. Ha llevado a cabo sus estudios de bachillerato y maestría en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico. Sus poemas han sido publicados en revistas tales como La raíz invertida, América Invertida, Hotel Abismo, Tonguas, Retorno, Furman 217, entre otras. Ha publicado cuatro ediciones de su poemario Raíz de la ausencia (2009, 2013, 2015, 2021). Su última colección de poemas se titula La dicha de lo inacabado (El Taller Blanco Ediciones, Colombia, 2020). Actualmente, enseña y es estudiante doctoral en el departamento de Hispanic Languages and Literature en la Universidad de Stony Brook, Nueva York.
Lo incompleto
Entre la miseria y el recuerdo, el vacío se rebela, el vacío se revela. Entre la miseria y el recuerdo, el vacío es casi volver. Es casi volver la quietud que está en el oleaje del respiro. Es casi volver lo que se espera, lo que está llamando bajo la piel.
Lo incompleto es lo que transita.
Y cada instante es como si algo de lejos, como si algo de lejos está contigo y te dice «no te entregues de prisa». Porque te estás buscando en la materialidad de la ausencia, que es el material del tiempo. Porque te estás buscando en una nada tan llena de todo lo que ya eres. Porque te estás buscando y mientras tanto la pérdida le va encontrando un nombre inexacto al pulso que más extrañas.
Estarás tal vez abrazando la ruina de algún abrazo. Estarás tal vez en la certeza inhóspita de lo fugaz. Estarás entre la sombra y la luz de aquellos momentos en los cuales al fin aceptaste la belleza.
[En La dicha de lo inacabado]
Certeza
No hay exactitud que resuma quién eres. Si alguien te nombra, está nombrando el instante inhóspito que sólo define un momento de ti, una mínima sucesión, ya transitada, de tu cuerpo. Tu sombra no es precisa. Lo que pulsa se exime de suspenso. Cada intento de captar tu forma desemboca en vacío.
Para estar contigo, hay que olvidar la cifra, hay que saberte a tiempo, reconocer la muerte en cada cosa, ver la vida en cada adiós. Para estar contigo, no puede estarse contigo si no primero se concluye el encuentro, si no primero se celebra la derrota que supone la belleza de esa ruina: si no primero el fin de la sed que está en el agua, la distancia más dura, el fin de la voz que está en la palabra, el silencio más claro. Para estar contigo, el fin del amor, el fin de la espera.
[En La dicha de lo inacabado]
Esperanza adentro
Hay algo de naturaleza en ciertas derrotas, como si la pérdida fuera un ángel que vela el resto de la historia, como si el abandono sembrara la esperanza en el jardín del olvido, como si no bastara con abrazar el ahora. En los parques más oscuros, donde el juego antaño ya no se evoca, entre bullicios y soledades, donde el gran engaño es incurable, en la ciudad del silencio, donde no hay sueños sino alas rotas…
Hay algo de naturaleza en ciertas derrotas: los azotes del viento aclaran al desprender las viejas hojas; susurra la joven Casandra bajo la mordaza de un dios iracundo; asfixia la bondad del verdugo, la ternura agresora. Lo sabes cuando aún estás presente en el lugar que no te toca; lo sabes, amor, al pasar de los años, cuando el recuerdo se torna extraño; lo sabes de lejos, cuando ha vencido la sombra.
Y hay algo de naturaleza en ciertas derrotas; no es la mugre ni el polvo, no es la cárcel ni el crimen, menos aún es la gloria; no son celos que triunfan, no son golpes tan nobles; es renunciar al fantasma, una absurda procesión que en nada desemboca. No es un premio de consolación ni un compasivo puño de sobras; no es mirar la luz a los ojos; no es comprender lo simple que es todo; es caer al fondo y no más que aceptar las ruinas de la memoria.
Puerto Rico, septiembre 2017
[En La dicha de lo inacabado]
Herida
Antes de saberte en fuga que no hay vuelta,
de saberte contra el tránsito que no acaba,
antes de hacerte mares, fantasmas en la orilla
como si fueras lo infinito, como si hubieras al borde
de estos brazos, antes de que se detuviera
la música sobre el altísimo filo de la nada,
sobre la memoria ahora abismo, ahora toda
al viento, ahora polvorienta, violenta
como aquel golpe de ola que sigue llegando
desde el mismísimo pasado, de donde sigue
y sigue naciendo, de donde sigue sucediendo
el nudo, la torción de ese nudo que duele
porque no entiendo, porque no veo, porque no sé.
[Texto inédito]
Invierno en Long Island
Siento miradas
colándose por cada fisura de este habitar algo;
puede ser o no ser el miedo, la extraña
acumulación de otredades dentro, fuera, dónde;
puede ser o no ser que eres tú, que te vuelves
plural como las noches en las que recuerdo «vive
en el momento» como un golpe de luz,
allá donde sigue estando algún mínimo nuestro,
ya siluetas fuegos y pájaros cenizas;
puede ser o no ser que soy yo menos estos ojos
y esta piel, menos esta presencia que se equivoca
de mí si no «un poquito»: la historia que callan
las frías ramas tras la ventana,
el trazo de la voz al borde intocable del silencio.
[Texto inédito]
Porvenir
What blame to us if the heart live on.
– Hart Crane
No ha de perderse la lluvia en su caída.
Ha de llegar el día, después de un tiempo,
cuando tú, sin cansancio, también vuelvas
al polvo y le encuentres.
Llegará el momento cuando sepas,
cuando abras tus ojos, los que le miran,
los que están en todo mirándole,
y así mirando el mundo puedas verte
en la flor, en la arena, en la nube,
puedas divisarte en el bosque, buscando
entre los árboles ese reflejo suyo,
que te pertenece.
Le palparás, será tu cuerpo, latirás su sombra
hasta que regreses a ti, a quien más eres,
y en ese instante, cuando el sueño te arrope
y la realidad sea tuya, olvidarás la muerte:
volverás a vivir.
[En Raíz de la ausencia, cuarta edición]